La misteriosa desaparición de Kim Jong-un en la República Popular Democrática de Corea (del norte) puede tener efectos insospechados en la estabilidad del noreste asiático, una zona que se acostumbró en el último tiempo a los cambios drásticos por cuenta de las posturas desafiantes de Pyongyang y de Washington. Los rumores sobre una posible muerte del líder surgieron de manera fundada por su sorpresiva ausencia durante la conmemoración del nacimiento de su abuelo y fundador de la llamada Corea del Norte, Kim il-sung el pasado 15 de abril, algo que nunca había ocurrido desde que asumió el poder en 2012. Solo se conocen mensajes dedicados al Partido del Trabajo y dos cartas para Bashar al Assad y Miguel Díaz-Canel.
Ahora bien, se debe recordar que el nivel de autoritarismo en uno de los Estados más cerrados del mundo hace improbable tener certeza sobre lo que realmente ocurre. La muerte de Kim Jong-il, su padre, solo se llegó a conocer tres días después y la historia relativamente corta de la República Popular Democrática de Corea está plagada de misterios que terminan sin ser resueltos. A medidos de los noventa, cuando una feroz hambruna atacó el país en medio de inundaciones, el régimen reconoció la muerte de unas 200 000 personas, un gesto a todas luces inédito. Sin embargo, disidentes, así como algunas organizaciones no gubernamentales, aseguran que los muertos pudieron haber ascendido al millón y medio o a los dos millones de personas.
Esto ha hecho que las redes sociales aprovechen por especular tejiendo historias que parecerían desconectadas de la realidad. En 2013 se llegó a aseverar que el cuerpo de Jang Song-thaek, tío de Kim, condenado a la pena capital, había sido utilizado para alimentar una camada de pastores alemanes, algo que jamás fue comprobado y cuya información salió de un blog anónimo en China. De la misma forma, generales que algunos medios presumen como ejecutados por el máximo líder suelen reaparecer en público, como lo recuerda Choe Sang Hun del ‘New York Times’.
Por eso también se cree que Pyongyang aprovecha las especulaciones que le devuelven un protagonismo que el régimen necesita desesperadamente, pues no existe peor escenario que el aislamiento y la irrelevancia. Corea del Norte se habituó a hacer lanzamientos de misiles balísticos para llamar la atención y renegociar mejores condiciones para el abastecimiento humanitario y en la medida de lo posible, un levantamiento de sanciones que en el último tiempo han asfixiado su economía. No se trata solamente de las imposiciones de Estados Unidos, sino de algunas por parte de China, su principal socio y responsable de la compra del carbón norcoreano. Beijing dio un giro a su política respecto de lo que algunos consideran infundadamente su aliado para suspender las importaciones de carbón. En realidad, ambos regímenes comunistas parecen tener más bien una relación especial, pero difícilmente China puede ser aliado de un país que pretende dotarse de capacidades nucleares en una zona donde a Beijing le urge mantener el estatus-quo. A pesar de las buenas relaciones entre el Partido Comunista chino y el Partido del Trabajo en Corea, China prefiere le mesura para abogar por un enfoque menos desafiante respecto de Corea, pero sin apoyar todas sus reivindicaciones internacionales.
La eventual muerte de Kim y la llegada improbable de su hermana hacia donde todos apuntan, Kim Yo-jong, podría significar una radicalización del discurso norcoreano como suele ocurrir con la aparición de nuevos liderazgos en este tipo de regímenes. Se suele especular sobre la debilidad de los dirigentes jóvenes y para acallar esas críticas se tiende a mostrar fortaleza. Así ocurrió con Kim Jong-un, quien en 2013 tuvo al mundo expectante por una posible agresión nuclear que solo fue neutralizada por un discurso efectivo de sus vecinos y de algunas potencias extra regionales.
Ahora que el mundo se prepara para un nuevo desafío respecto del multilateralismo, es necesario hallar una salida viable y a largo plazo para Corea del Norte y un marco de negociación con Corea del Sur, que en los últimos años se ha acercado de manera fecunda a su rival. Aunque la posibilidad de reunificación todavía sea lejana, los avances son prometedores. Esto evitaría que en las transiciones en el seno de los Kim o en los cambios de postura de Estados Unidos se ponga en riesgo la seguridad del noreste asiático y la estabilidad global.
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