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El principal factor que define la continuidad de un presidente en ejercicio en Estados Unidos suele estar asociado con el desempeño económico, por eso, la reelección de Donald Trump hasta comienzos de este año parecía difícilmente modificable. Bajo su mandato se consiguió la expansión económica más larga de la historia estadounidense expresada en la menor tasa de desempleo en medio siglo (3.5 %), crecimiento económico sostenido y un promedio de generación de 200.000 empleos mensualmente. A esto se suma, una posición asumida frente a China como valiente por un sector representativo del electorado, preocupado por la llegada masiva de productos a bajo costo inundando el mercado y generando condiciones desfavorables para la industria nacional. En el mismo sentido, y a pesar de ser una postura contraría al avance de los derechos humanos, la estigmatización de los migrantes sedujo a los sectores más neoconservadores para quienes el difícilmente fundamentado discurso antimigratorio significa un alivio. Ahora bien, tanto en el tema de China como en el migratorio se trata de una distracción demagógica.
Donald Trump tiene en su contra varios segmentos poblaciones especialmente el de las mujeres, como ya ocurrió en la elección pasada cuando quedaron al descubierto conductas y posturas abiertamente machistas en contravía de la visibilidad que gana en todo el mundo el feminismo. Siendo su principal bastión los hombres blancos mayores de 50 años, no se debe pasar por alto que el voto popular puede terminar jugando a favor de Trump pues, aunque algunos Estados muy poblados (como California) pueden votar masivamente por Joe Biden, Trump aún conservaría un electorado suficiente para ganar en más Estados así sea por ventajas modestas como sucedió en la elección pasada.
Si bien, la postura de desafiar las recomendaciones científicas le ha ganado el repudio internacional a Trump, en algunos sectores de la población estadounidense le asegura una lealtad de un electorado silencioso que ve la pandemia como una coyuntura, pero no como el factor más relevante a la hora del voto. Resta por saber si el impacto del virus en Estados tradicionalmente republicanos como Texas y Georgia pueda cambiar el panorama. De igual forma, no se tiene certeza de que, aprobación y desaprobación del presidente signifiquen necesariamente una de intención de voto. Es decir, si bien la popularidad de Trump va en caída libre, pues empezó el año en 51 % y actualmente se ubicaría por debajo del 40 %, esto no quiere decir que una concepción negativa de su gestión lleve a votar en su contra o siquiera a asistir a las urnas. También es bueno recordar que no todos los aspectos de la pandemia desfavorecen al actual presidente. El anuncio de Joe Biden de no realizar ningún meeting político “siguiendo las recomendaciones de los médicos” es una clara señal para diferenciarse de la postura desafiante de Trump. Aunque parezca lo más lógico y responsable, no existe seguridad de que aquéllo no se vuelva en su contra y que varios votantes lo vean como una muestra de debilidad a lo que deben sumarse sus 77 años.
Más allá de la recuperación económica indisociable de la gestión de la pandemia, la participación debe tomarse en cuenta como un factor esencial. La abstención electoral en EE.UU., una de las mayores entre las democracias occidentales, ha sido característica del proceso. La pregunta que surge es si la polarización alrededor de Trump en concreto por las cuestiones raciales, migratorias y de género, por mencionar algunas, servirán de estímulo par que millones de electores sufraguen por primera vez. Las imágenes de miles de jóvenes protestando en las calles por el asesinato de George Floyd contrastan con su marcada abstención respecto de las elecciones nacionales y peor aún locales (donde la participación a veces puede llegar al 20 %). Basta recordar que en febrero cuando empezó la primaria demócrata en Iowa (antes de la pandemia) y se esperaban unos 300.000 votantes empujados por el afán de derrotar a Trump, apenas llegaron 176 000. Para muchos, el poco interés de los jóvenes en la política condena las aspiraciones de candidatos como Elizabeth Warren o Bernie Sanders. Esta elección determinará, entre otros, hasta que punto la abstención estadounidense pues modificarse por una coyuntura inédita y que invita a pensar en cambios estructurales.
@mauricio181212
Conicido “callefalsa”. Ningún candidatx tiene fórmulas mágicas, ni Biden, ni Trump son una solución por sí solos. Pero cuando la gente se pregunta por qué es tan difícil que un candidatx diferente gane, sin duda debe asomarse a las estadísticas de abstención de los jóvenes.
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Muy interesante la votación de este año. No creo Biden sea la solución.
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