La aparición del covid-19 opacó las difíciles negociaciones que debían conducir a la salida del Reino Unido de la Unión Europea, pero esta semana retoman su curso revelando el insólito grado de improvisación por parte de Boris Johnson. Asimismo, la forma en que Londres prepara y encara la negociación evidencia los riesgos fundados y advertidos de la demagogia con la que se consiguió el triunfo del «sí» en la consulta de junio de 2016 para concretar su salida del bloque europeo.
En medio de la pandemia, la gestión errática de Johnson le ha valido la reprobación de los británicos que no olvidan la forma cómo inicialmente menospreció el impacto del virus lo que le costó la muerte a 41 mil personas e hizo que en abril el país sobrepasara la cifra de los 1000 fallecidos diarios. No en vano, aparece con 27 puntos menos de aprobación de acuerdo con los sondeos. Pero los británicos no solo apuntan a la responsabilidad de actual premier, sino que recuerdan a todos los que han vanagloriado el pasado de Margaret Thatcher que contribuyó a la desfinanciación dramática del National Health Service (NHS), que llegó a la pandemia con un déficit de 4 mil millones de libras y la necesidad de cubrir más de 100 mil plazas para personal de la salud, de acuerdo con Milagros Pérez de El País de España.
El thatcherismo fue uno de los grandes responsables del debilitamiento de la clase obrera y el desmonte de conquistas sociales que hoy son preciosas como rarísimas. Luego de la huelga de mineros entre 1984 y 1985, aplastada por órdenes de la denominada «Dama de Hierro», el sindicalismo británico jamás pudo recuperarse. Las conquistas sociales, que en otros países son intensamente defendidas por los sindicatos, están huérfanas en el contexto británico desde ese entonces.
La receta neoliberal que estuvo en el centro de las reflexiones y debates alrededor del Brexit ha mostrado con la crisis por la pandemia sus flagrantes límites. En medio de una catástrofe sanitaria sin antecedentes en la contemporaneidad europea, las autoridades británicas y europeas retoman las negociaciones para la salida de Londres del bloque europeo. Boris Johnson estaría contemplando la posibilidad de torcer el acuerdo de retirada de la UE en lo que respecta al estatus de Irlanda del Norte, que debía mantenerse dentro del mercado comunitario, única fórmula para evitar el resurgimiento de la frontera que trae a la memoria un pasado violento. El premier británico prepara leyes que afectarían el registro de las exportaciones de Irlanda al resto del Reino Unido y dejan en manos de Londres la decisión de reportar a la UE las ayudas estatales a empresas norirlandesas. Más que de un tecnicismo, se trata de una maniobra que entorpece el estatus del territorio norirlandés y boicotea seriamente la viabilidad de un acuerdo de salida.
Cruda paradoja: cuando ganó el «sí» en la consulta de 2016, se pensó en un debilitamiento de la UE e, incluso, asomó la posibilidad de que terceros emularan el ejemplo británico. Cuatro años después la tortuosa negociación del Brexit ha desestimado a muchas de las plataformas políticas europeas que veían en la salida del bloque su bandera, especialmente las de izquierda que afanosamente buscan desmarcase de la hoy debilitada derecha británica. Mientras Johnson especula y va perdiendo legitimidad, Europa se ha revalorizado no solo porque a raíz de la negociación haya ganado en unidad, sino porque la reactivación económica le otorga un mandato que le urgía y en el que podría reconciliarse con sectores de la sociedad hastiados de que el bloque fuese sinónimo de liberalización.
@mauricio181212