En un veredicto que merece el título de histórico, la justicia de Grecia calificó al partido de extrema derecha Amanecer Dorado como «organización criminal» apuntando a sus principales dirigentes y fundador, Nikos Michaloliakos. En ese mismo sentido, una corte penal declaró a Yorgos Roupakias, de ese partido, como culpable por la muerte del rapero rapero Pavlos Fyssas asesinado en septiembre de 2013. Además, la justicia adelanta investigaciones por la presunta participación del partido en el asesinato de pescadores provenientes de Egipto así como de miembros de sindicatos cercanos a la izquierda griega.
El fallo constituye un antes y un después en Europa, pues seguramente servirá de referente para otros partidos de extrema derecha cuyo discurso atenta directamente contra los derechos humanos y por la apología a antivalores cuyo combate, entre otros, inspiró la creación de la Unión Europea. Ahora bien, es indispensable separar a Amanecer Dorado de otros partidos de extrema derecha en la medida en que no solo se habría limitado a difundir ideas contrarias a los derechos humanos, al pluralismo y a las garantías de algunos grupos, especialmente de migrantes, sino que al pasar a la acción criminal se evidencia la trasgresión de los límites de la legalidad. No se podría decir que tal es el caso de todos los partidos o movimientos de extrema derecha en Europa.
La decisión de la justicia griega aplaudida por varios sectores despierta inquietudes sobre el futuro de la extrema derecha en Europa, pues son varios los países donde en el último tiempo el discurso ha logrado calar y se ha obtenido un avance representativo. Basta recordar la forma sorpresiva como Jean Marie Le Pen, del ultranacionalista Frente Nacional, llegó a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia en 2002. Para muchos fue la antesala de la aparición de la extrema derecha y su llegada masiva a gobiernos locales y parlamentos por toda Europa.
En el último tiempo, son varios los países donde este extremismo, que además juega con el discurso populista, se ha expandido, como Francia, Países Bajos, Hungría, Polonia, Reino Unido, Alemania y por supuesto Grecia.
En junio de 2016, con el triunfo del «sí» en la consulta para la salida del Reino Unido de la UE (Brexit), se observó el alcance de una extrema derecha envalentonada que se alimenta de fórmulas simples sobre la economía, la seguridad nacional y la crítica feroz a la multiculturalidad para llenar espacios políticos descuidados por los partidos tradicionales.
Con la crisis actual, antecedida por varias de corte financiero en España, Irlanda, Italia, Grecia y Chipre, vale la pena preguntarse cuál es la vigencia de estos partidos y, si en efecto, representan la posibilidad real de que se acabe el proyecto regional europeo. En términos generales, tres razones explicarían las pocas chances que tienen estas plataformas extremistas de transcender y poner en jaque a la Unión.
Primero, se trata de partidos políticos que sobre todo tienen incidencia y éxito en la política local y en especial en la rural, donde con justa causa tiene cabida el discurso crítico frente a la UE, por la política de apertura que ha hecho sentir a los campesinos que el proyecto neoliberal los convierte en los grandes perdedores de la integración. No obstante, el salto a la política nacional de estos partidos de extrema derecha es mucho más complejo de lo que se piensa.
Segundo, la retórica populista que es muy efectiva en épocas electorales, tiende a agotarse una vez estos partidos están en el poder. Europa ha conocido varios partidos populistas que deben modificar drásticamente sus posiciones, pues son simplemente inviables como ocurrió con Syriza en Grecia, Podemos en España (aunque de izquierda el argumento sigue siendo válido) o el Movimiento 5 Estrellas en Italia. Todos debieron moderar su discurso cuando participaron del gobierno.
Y, tercero, la lección del Brexit y la forma cómo Londres ha sido incapaz de gestionar una decisión apresurada empujada por este discurso de falacias y demagogia ha desincentivado a muchos electores que veían en la salida de la UE una fórmula sencilla para resolver varios de los problemas que aquejan a sus Estados. Paradójicamente el Brexit ha fortalecido el proyecto europeo y debilitado y deslegitimado a plataformas populistas. Si bien el escenario post pandemia es crítico, seguramente servirá para fortalecer el discurso europeo y debilitar los extremismos cada vez más expuestos en medio de la crisis sanitaria global.
@mauricio181212