El Centro Democrático no parece haber aprendido la lección. Como partido de gobierno fue responsable de uno de los errores más crasos de la política exterior colombiana en los últimos años, cuando alejándose de la tradición de apoyo bipartidista participó de la campaña de reelección del saliente Donald Trump. Aunque la acción no vaya a tener consecuencias en el corto plazo, fue una clara advertencia de los riesgos que significa para el país trasladar al plano exterior algunas de las controversias políticas internas y, lo más grave, presume que la relación con Washington depende exclusivamente del presidente de ese país cuando en ella participan de forma definitiva el Senado, el Departamento de Estado, algunos grupos de interés muy influyentes e interesados en el tema de Colombia desde distintas orillas ideológicas e, incluso, algunos medios de comunicación.
Tratando de preservar esa relación por la vía exclusiva del apego a todas las decisiones tomadas por Estados Unidos, el partido de gobierno propone revisar la relación con Cuba, a quien se acusa de complicidad con el terrorismo, apelando a tres supuestos que además de ser fácilmente rebatibles, sientan un riesgoso antecedente para nuestra diplomacia. Primero, equiparar la relación de Cuba con la de Estados Unidos no tiene sentido, pues la agenda con ambos es muy distinta y ni Washington necesita del apoyo de Colombia ni al país le significa rédito alguno apoyar sanciones unilaterales o la inclusión de la isla dentro de los promotores del terrorismo, menos aun cuando existe un consenso latinoamericano del que han participado autoridades colombianas para condenar ese tipo de actos que infringen el derecho internacional, sin que aquello hubiese comprometido el apoyo estadounidense el país. Acusar a Cuba de apoyo al terrorismo por su papel como garante en los diálogos de paz con el ELN es como apuntar a Estados Unidos en ese sentido por sus esfuerzos de paz entre israelíes y palestinos en los llamados Acuerdos de Oslo. Otro agravante que se desprende de tan grueso error es que hipoteca el futuro de la política exterior colombiana. Cuando algún gobierno futuro quiera recomponer la relación con Cuba deberá enfrentar la alegación infundada de complacencia frente al terrorismo. La administración de Duque del legado incómodo del reconocimiento a Palestina debería saber lo que aquello significa.
Segundo, el Centro Democrático ignora que la postura estadounidense frente a Cuba corresponde a un señalamiento de un sector del republicanismo más conservador, pero está lejos de representar la postura de todos los sectores incidentes en su política exterior, incluidos senadores y funcionarios del Departamento de Estado que no entienden cómo se preservan buenas relaciones con Vietnam y China, estados comunistas, mientras se castiga a millones de cubanos a través de sanciones, fórmula que ha comprobado su esterilidad a lo largo del tiempo.
Y tercero, el antecedente que sienta el Centro Democrático es riesgoso, pues implica que cada gobierno es dueño absoluto de la diplomacia durante cuatro años, por lo cual puede alterar el curso de la política exterior ignorando responsabilidades de Estado. ¿Imagina el Centro Democrático que cuando la izquierda llegue al poder solo tendremos relaciones con China, Cuba y la República Democrática Popular de Corea? ¿Será necesario revisar y romper todo vínculo con Estados Unidos en un eventual gobierno de la izquierda?
La respuesta apunta a que la política exterior no puede devolvernos a la Guerra Fría, cuando por una lógica a todas luces se violó sistemáticamente el principio de no injerencia con consecuencias que para Colombia fueron desastrosas. La agresión inédita a Cuba traerá como consecuencia un mayor aislamiento regional, una dependencia exacerbada frente a Washington en momentos ideales para reivindicar una buena relación basada en la igualdad, como había venido ocurriendo en las últimas décadas, y comprueba la ausencia de una política exterior más allá del encendido verbo del Centro Democrático.
@mauricio181212