La violencia reaparece entre palestinos e israelíes, esta vez en un territorio que ambas comunidades reivindican como capital y representa un enorme valor para islam, cristianismo y judaísmo. Los enfrentamientos que dejan más de una veintena de palestinos muertos, entre ellos 9 niños, se producen por la inminente expulsión de 70 familias y la llegada de colonos israelíes en el barrio Sheik Jarrah al Este de Jerusalén. La decisión debía ser confirmada por la justicia israelí el domingo pasado, pero fue pospuesta y en medio de la incertidumbre por la suerte de estos palestinos, la violencia no se ha hecho esperar. Se trata de un drama doble para las víctimas palestinas que habían sufrido la expulsión luego de la guerra de 1948 y ahora reviven un drama que parece colarse entre generaciones.
El movimiento de la resistencia islámica, Hamas, en concreto, su brazo armado, las Brigadas de Al Qassam, lanzaron como respuesta cientos de cohetes sobre territorio israelí y decenas de palestinos se enfrentaron con la policía en las inmediaciones de la Explanada de las Mezquitas, templo musulmán profanado varias veces por Israel para reafirmar su soberanía sobre el Este de Jerusalén, a sabiendas de que constituye el tercer templo más importante para el islam, después de La Meca y Medina. Otro agravante es la conmemoración israelí del día de Jerusalén que rememora su conquista militar durante la Guerra de los Seis Días en 1967, y a partir de la cual desde 1980 Israel ha declarado como capital «eterna e indivisible» para dejar en claro que jamás reconocería la parte oriental como territorio palestino. El proyecto de colonización actual corrobora la voluntad de anexar toda Jerusalén que, no obstante, causa rechazo en la comunidad internacional cuya mayoría de Estados considera como capital israelí a Tel Aviv.
Israel ha respondido con bombardeos en la Franja de Gaza bajo control de Hamas, territorio donde no solo caen militantes del grupo, sino civiles protegidos por el derecho internacional humanitario. La muerte de casi una decena de niños muestra la crudeza de los combates y la consciencia de las autoridades israelíes de que son remotas las posibilidades de que sean juzgadas por crímenes de guerra, a pesar de que a comienzos de este año, la Corte Penal Internacional declarase esa viabilidad. Benjamin Netanhayu, debilitado por varias elecciones en las que no ha sido posible conformar un gobierno, agita la bandera del nacionalismo a expensas de los palestinos en un territorio de enorme significado para varias comunidades y envalentonado por el apoyo de Donald Trump a la idea de que Jerusalén es capital israelí. Con esta arriesgada decisión, no solo del gobierno sino del conjunto del Estado israelí, se amenaza peligrosamente un equilibrio fundamental para una paz duradera entre ambas comunidades. Entre tanto, el genocidio en contra de los palestinos continúa ante la mirada impasible de la comunidad internacional que, impotente, se limita a los llamados a la calma mientras poco a poco se elimina una nación.
@mauricio181212