A la lista extensa de agravios a otros Estados se suma la declaratoria de Irán como enemigo y la delirante suposición de que el partido y milicia chiita Hezbollah apoya a Venezuela en actividades para la desestabilización de Colombia. Lejos de ser un error de cálculo o una declaración desafortunada de momento, la postura del ministro de defensa refleja una sistematicidad comprobable a lo largo de este gobierno. Se busca a toda costa la modificación de valores de la política exterior colombiana contenidos en la Constitución (preámbulo artículos 9 y 227) que apuntan a la defensa de los principios del derecho internacional, el privilegio de las relaciones con América Latina y el Caribe y las posturas o acciones internacionales como reflejo de consensos dentro del Estado y no como dogmas del gobierno de turno.

Recién posesionado como embajador ante la Organización de Estados Americanos, Alejandro Ordoñez calificó la migración venezolana como un instrumento de expansión del chavismo. En ese entonces, el ministro de exteriores Carlos Holmes Trujillo (q.e.p.d) rectificó aclarando que no correspondía a la postura colombiana, pero en ningún momento el embajador reculó en sus declaraciones xenófobas y en contravía de tratados internacionales sobre derechos humanos y migrantes.  Posteriormente, vino la catarata de posturas en las que el ala más radical del Centro Democrático ha desmontado las relaciones con Cuba y Venezuela con un resultado nefasto hasta el momento. Entre ellas se destaca el proceso de paz con el ELN sin garantes internacionales y ausencia de interlocución con Caracas en momentos en que urgen coordinaciones por el flujo migratorio que, convierte la tragedia venezolana en la peor del planeta incluso por encima de la siria.

Entre las tradiciones resquebrajadas sobresale la de participar en los procesos electores de Estados Unidos, con figuras del partido de gobierno, Centro Democrático, haciendo campaña por la reelección de Donald Trump y el fiscal general viajando a las carreras a Ecuador a apoyar las acusaciones contra el candidato progresista Andrés Arauz por vínculos con el ELN. Estas terminaron en un bochornoso incidente por la circulación de un video como prueba reina que terminó comprobándose como alterado.

La declaración de Diego Molano sobre Irán apoyada por el mandatario colombiano y respaldada con vigor en el Centro Democrático es inédita. Jamás un gobierno colombiano se había inmiscuido de esa forma en la política de Oriente Medio con tan pocos elementos de juicio. Son muchas las contradicciones que revela el señalamiento, pero por aspiraciones sintéticas vale la pena reseñar tres sobresalientes.  Primero, si es cierto que Irán apoya actores terroristas que le hacen daño a Colombia ¿por qué no se ha recurrido a los canales diplomáticos para protestar? Resulta extraño, pues con Ecuador y Venezuela en el pasado se han enviado notas de protestas y acudido a espacios multilaterales para denunciar los hechos. En el gobierno de Álvaro Uribe esa fue la constante. Segundo, ¿cuál es el interés de Hezbollah en atacar a Colombia? Se trata de un grupo chiita pro iraní que promueve los derechos de esa población en zonas donde están en riesgo como El Líbano, Irak, Palestina, Siria o Yemen. ¿Por qué contribuir a la estigmatización de la población musulmana? Y tercero, causa extrañeza el silencio de la cancillería. Se ha vuelto costumbre que la postura exterior recaiga en manos de cualquier funcionario. Dentro del ejecutivo brilla la ausencia de un discurso coherente que oriente sobre las prioridades de nuestra política exterior.

En 2006, el entonces embajador ante la OEA Camilo Ospina, señaló que en Venezuela en una fachada de fábrica de bicicletas se exploraba uranio con apoyo iraní para obtener la bomba nuclear. Las declaraciones fueron hechas en el marco de un foro académico en la Universidad del Rosario en el que no había medios de comunicación, pero se encontraba el hoy asesor de seguridad nacional Rafael Guarín quien hizo pública la acusación. En ese entonces, por orden del presidente Uribe, cancillería no solo rectificó, sino que pidió excusas al gobierno venezolano. Incluso en el pasado uribista se respetaban códigos de política exterior que este gobierno deshace, borrando del mapa a la cancillería y sepultando décadas de esfuerzos de distintas administraciones y de funcionarios de carrera que asisten sorprendidos a una derechización sin antecedentes de nuestra diplomacia.

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