Las imágenes de decenas de cadáveres de migrantes en Nador, plena frontera entre España y Marruecos, así como la trágica noticia de la muerte de 46 migrantes latinoamericanos en Texas,  son testimonio del drama de las migraciones, un tema que aún no goza de la visibilidad suficiente en la agenda internacional. Estas informaciones dramáticas traen a la memoria, el 2015, cuando circuló la imagen del menor Aylan el Kurdi cuyo cuerpo aparecía sin vida en las costas turcas. El niño sirio de origen kurdo se convirtió en el símbolo de la tragedia que, con frecuencia viven migrantes que se desplazan en improvisadas embarcaciones con tal de llegar a un territorio, en particular al europeo. En ese momento, se vivía la denominada crisis migratoria, la peor que había vivido Europa desde la Segunda Guerra Mundial, hasta el surgimiento del conflicto en Ucrania. En 2015, cientos de miles de personas trataron de abandonar el territorio sirio e iraquí como consecuencia de la guerra.

A pesar de que se tiene la idea de que el flujo se concentró en la llegada de migrantes a Europa, lo cierto es que el epicentro de la crisis fue la zona de Medio Oriente. Europa estuvo lejos de ser quien más migrantes acogió. El país que más refugiados terminó por acoger fue Alemania con unos 98 mil, muy lejos de las cifras de Estados como Turquía (europeo, pero no parte de la Unión Europea) que acogió  1’930.000 migrantes aproximadamente; El Líbano, con 1’112.000 (con una población total de 6,8 millones de habitantes) y Jordania, con 629.000.  Los Estados de Medio Oriente terminaron por acoger los principales flujos migratorios producto de la guerra en Siria e Irak y de la desintegración de Libia. Si bien la Union Europea y Turquía llegaron a un acuerdo sobre la recepción de migrantes, en el último tiempo el tema se ha politizado o ignorado.

A finales de 2021, se acusó al gobierno de Bielorrusia de utilizar su territorio para la llegada de cientos de migrantes de Oriente Medio y Asia Central y que se agolparan en la frontera con Polonia y así chantajear a Europa para el levantamiento de sanciones contra el gobierno bielorruso de Aleksander Lukasenko. Incluso las autoridades lituanas con apoyo de la presidenta de la Comisión Europea -cabeza de la UE-, Ursula Von Der Leyen, acusaron a Bielorrusia de utilizar a los migrantes como arma de guerra evocando el concepto de guerra híbrida. Todo un contrasentido que estimula peligrosamente la estigmatización de los migrantes. A comienzos de 2022, Polonia empezaba la construcción de un muro para detener el arribo de estos migrantes que no generó ninguna indignación mundial ni condena de ningún tipo. En 1999 en República Checa en la localidad de Usti Nad Labem se pretendía construir un muro para aislar unos 280 mil gitanos, pero fue tal la indignación que se terminó abortando.

En la actual Europa, se ha insistido en la necesidad de una política de acogida más efectiva de refugiados y, paradójicamente, los Estados que más se opusieron a dichos migrantes son los que actualmente apoyan la guerra en Ucrania e insisten en recibir refugiados de esa guerra. Es decir, la migración se politiza en la medida en que se identifican refugiados deseados y otros que no. La muerte de migrantes en circunstancias calamitosas debe llamar la atención sobre la necesidad de abordar el tema sin politizaciones.

Lastimosamente, Europa se aleja de sus principios y, por insistir en apoyar la guerra en Ucrania ha permitido que el liderazgo recaiga en Estados que tradicionalmente se han opuesto a políticas migratorias que privilegien el refugio. Esto ocurre con Estonia, Lituania, Polonia, y Chequia, entre otros,  fervientes defensores de la idea de transferir apoyo militar a Kiev, recibir refugiados ucranianos, pero reticentes sobre la adopción de medidas de acogida a migrantes del Oriente Medio, Asia central o del África Subsahariana. Lo sucedido en la frontera entre España y Marruecos o en el sur de Estados Unidos, es una tragedia irreparable. No obstante, servirá de algo, para evitar estas tragedias, recordar que politizar la migración no solo va en contra de  la dignidad de quienes buscan refugio, sino que atenta contra cualquier gestión efectiva del fenómeno.

Las prioridades EE. UU. y Europa parecen bien claras. Cuando aún el mundo no se repone de las imágenes de los muertos, España acoge la Cumbre de la OTAN para hablar de la guerra en Ucrania y parece poco importar el drama de millones de migrantes.

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