En marzo de 2003, tropas de Estados Unidos desembarcaban en Bagdad, luego de una polémica en el Consejo de Seguridad en la que Washington intentó convencer al mundo, sin éxito, sobre la justificación de un denominado «ataque preventivo». El entonces gobierno de George W. Bush, alegó que Irak era una amenaza potencial para la seguridad del mundo y  la posesión de armas de destrucción masiva justificaba una operación polémica de principio a fin, no solo por la falta de pruebas, sino por la evocación del ataque preventivo, figura contraria al derecho internacional y que significó un peligroso antecedente en el sistema internacional. Se trata de invocar el derecho a la legítima defensa contra un tercero sin que exista una amenaza inminente, es decir, cualquier actor del sistema internacional puede darse el lujo de atacar por la simple sospecha.

Pues bien, Israel acaba de justificar en este dudoso principio una nueva serie de bombardeos sobre la Franja de Gaza que dejó un trágico saldo de 45 palestinos asesinados, entre los cuales hay unos 15 menores de edad. La violencia comenzó el pasado 5 de agosto, cuando el ejército israelí entró a Gaza para asesinar a la cabeza del grupo Yihad Islámica, al que considera terrorista, Tayssry Al-Jabary. Previamente había arrestado a dos militantes del grupo, Khalil Awawdeh y Bassam al Saadi, el primero de ellos sin cargos y quien completa más de 100 días en huelga de hambre en un delicado estado de salud. En la operación, las Fuerzas de Defensa Israelíes mataron a una menor palestina de apenas 5 años. A partir del incidente, la violencia estalló por la respuesta de la Yihad Islámica que lanzó cohetes artesanales sobre Israel que no causaron estragos por el sistema de defensa israelí. El enfrentamiento se prolongó por tres días, hasta la mediación de Egipto.

A diferencia de lo sucedido hace un año, cuando Israel se enfrentó a Hamas, principal fuerza política en Gaza, el grupo decidió abstenerse de participar y no apoyó a quien aparece en la política palestina como su rival, la Yihad Islámica. Este grupo, del que poco se habla, nació a finales de los 70, en el mismo momento en que surgía la Revolución Islámica en Irán. Desde entonces, ha tenido el apoyo de Teherán y se cree que buena parte de su financiación proviene de allí. Se calcula que la violencia tiene que ver con una acomodación de fuerzas en la zona, en la que Irán intenta recomponer su influencia en El Líbano, Irak, Siria y Yemen. Tradicionalmente, Irán no ha sido un actor relevante en el conflicto entre palestinos a israelíes, como sí los fueron los vecinos árabes en las décadas de los 50, 60 hasta los 70 cuando El Cairo firmó la paz con Tel Aviv, y en la práctica, el mundo árabe se desentendió del tema palestino. En el último tiempo, Irán que no es árabe pero pretende liderar y extender su poder en el mundo musulmán chií (una de las dos grandes ramas del islam, minoritaria frente al hegemónico poder sunnita), se viene involucrando en la causa palestina, tema redituable para su influencia en la zona. En el fondo de la violencia de estos días, se observa la rivalidad entre Teherán y Tel Aviv que, en los últimos años se ha intensificado con ataques en escenarios de terceros Estados.

La coyuntura dramática en la que los 2,3 millones de gazatíes se encuentran confinados, desde 2007, sometidos a un bloqueo por parte de Israel como represalia al control que ejerce Hamas en la franja, se seguirá extendiendo y agudizando ante la mirada impasible de la comunidad internacional. Este nuevo ataque que deja decenas de civiles palestinos muertos (incluidos niños) y más de 360 heridos, pone de manifiesto las múltiples tensiones en la zona entre sunitas y chiitas, Israel y Teherán, Siria y Arabia Saudi, entre otros. Al mismo tiempo, la tragedia de Palestina parece eclipsada e intensificada por Israel, un régimen que practica de forma sistemática la limpieza étnica, el apartheid y el despojo.

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