Es oficial, Donald Trump será de nuevo candidato a la Casa Blanca. Así lo anunció el pasado 15 de noviembre y como una señal que lo reubica en la agenda de medios y redes, Twitter anunciaba el restablecimiento de su cuenta. En enero de 2021, esa red lo había suspendido por su utilización en los desmanes que derivaron en el dramático y  violento intento de toma del Capitolio cuando se formalizaba al triunfo en la urnas de Joe Biden. Tras la compra de esa red social por parte de Elon Musk, Trump acaba de recuperar su cuenta desde la cual seguramente hará campaña en su habitual estilo polémico, más ahora, que el actual gobierno enfrenta dificultades por la situación económica y el evidente desgaste del liderazgo estadounidense en el mundo.

Ahora bien, no será fácil para Trump. En primer lugar, su intención de aprovechar las elecciones de medio término donde se renovó un tercio del Senado y la totalidad de la Cámara de Representante y se eligieron a algunos gobernadores, estuvo lejos de significar una «marea roja» (por el color del partido republicano) como habían vaticinado las proyecciones conservadoras. El expresidente sufrió serios reveses porque sus candidatos perdieron en Pensilvania y Arizona (Mehmet Oz y Kary Lake), la mayoría en la Cámara no fue tan apabullante como se esperaba y para colmo de males, pese a la baja popularidad del actual mandatario, el Partido Demócrata conservó una mayoría en el Senado. En segundo lugar, la elección también significó la entrada en escena de Ron de Santis gobernador de La Florida quien con apenas 44 años se perfila para muchos, como el futuro del republicanismo. De Santis lanzó duras críticas al campo conservador dentro de las cuales se sobreentienden algunas contra Trump, a quien se cuidó de no mencionar. En este mapa de precandidaturas también aparecería su vicepresidente Mike Pence apartado de la linea trumpista, Mike Pompeo y Glenn Younking. Sin embargo, el terreno es prematuro para estimar chances reales, pero se prevé una campaña cerrada y con niveles de polarización extremos.

Y, en tercer lugar, Trump deberá despejar las dudas sobre sus líos judiciales. El candidato republicano y expresidente enfrenta cargos por fraude financiero, su responsabilidad en la toma violenta del Capitolio y por el traslado de archivos clasificados desde La Casa Blanca a su residencia en Mar a Lago en La Florida. En algún momento determinado, alguno de estos procesos lo puede dejar por fuera de la carrera, pues en todos parece mal parado.

Ahora bien, Trump cuenta con ventajas considerables a su favor. Durante tres años de gobierno Estados Unidos tuvo un desempeño sobresaliente económico en materia de inflación, empleo y crecimiento, panorama que contrasta con la actualidad y con perspectivas fundadas de desaceleración para 2023, agravadas por la Guerra en Ucrania sin perspectivas de solución en el corto plazo. En su ultimo año, vino el Covid y dio al traste con todo, dejando en evidencia las protuberantes limitaciones del conservador así como los riesgos de la demagogia. El país más rico del mundo superó la cifra del millón de muertos, en buena medida por la postura negacionista del mandatario. De igual forma, y a pesar del resultado de las elecciones de medio término, Trump parece un fenómeno en ascenso. Entre las dos últimas elecciones pasó de 62 millones de votos en 2016 a 74 millones en 2022. Por eso su derrota fue engañosa respecto a la trascendencia de su legado. En 2021, parecía haber más trumpismo que Partido Republicano, una ecuación que hoy no parece clara, pero su poder de convocatoria sigue siendo notorio.

Tras  una recuperación post Covid no del todo sellada y con el debate sobre la guerra en Ucrania más vivo que nunca, Trump vuelve a la escena. EEUU vive una polarización en torno a los derechos sexuales y reproductivos (cinco Estados acaban de mantener la flexibilización del aborto, Michigan, California, Vermont, Kentucky y Montana), el porte de armas y as necesidad apremiante de relanzar la economía, es decir, un escenario que favorece a quien obtiene provecho de la división.

 

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