Todo parece indicar que ha empezado el proceso de sucesión de Andrés Manuel Lopez Obrador (AMLO). El Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), su partido, ha demostrado tener un poder impulsado por una imagen positiva basada en la efectividad y en un modelo distinto de administración. Tras el resultado de las elecciones regionales en el Estado de México se confirma que accederá al poder rompiendo una hegemonía de 94 años de gobiernos del otrora súper poderoso Partido Revolucionario Institucional (PRI). Delfina Gómez no solo será la primera gobernadora de Morena en el importante Estado, sino que será la primera mujer de la historia en hacerlo. El oficialismo gobernará 23 de los 32 Estados de México, lo cual da una idea sobre la correlación de fuerzas oficialismo y partidos que en el pasado tuvieron un poder que se pensaba incontestable.

En medio de niveles de aceptación significativos, superiores el 56 %, AMLO ha dejado entrever que ha comenzado el proceso para elegir a su sucesor de cara a las elecciones presidenciales (federales) en 2024, pues en México no está permitida al reelección. Seguramente la candidatura se decantará entre Claudia Sheinbaum actual jefa de gobierno de la Ciudad de México (equivalente a alcaldesa) y Marcelo Ebrard, canciller que acaba de presentar su renuncia. Ningún mandatario mexicano había tenido semejantes niveles de popularidad, solamente Vicente Fox, quien rompió con la hegemonía de siete décadas del PRI, consiguiendo niveles de aprobación en sus primeros años. Pero no pudo mantener una popularidad en las mismas proporciones de AMLO. La aceptación del actual gobernante no solo es excepcional en México sino en América Latina, donde los presidentes no han podido mantener niveles por encima del 50 % y por lo general, la polarización ha enturbiado el panorama de la gobernabilidad, con la sola excepción de Nayib Bukele, cuyas prácticas autoritarias deslegitiman su ancho margen a expensas de los derechos humanos.

AMLO ha conseguido conectarse con la gente a través de alocuciones diarias, muy criticadas en la prensa que se ha sentido intimidada. Una constante de los medios de comunicación cuando los mandatarios escogen el camino de la comunicación directa para, en su lógica, corregir, deshacer o controvertir informaciones falsas o engañosas por parte de una prensa a la que constantemente señalan como poder fáctico con agenda política. El mensaje sencillo de AMLO, que consiste en los tres mandamientos: «no mentir, no robar y no traicionar» se ha convertido en una poderosa divisa no solo de fácil comprensión, sino con niveles significativos de convicción. Aunque no haya claridad sobre la sustancia ideológica de Morena, es clara la identificación de un amplio electorado con esos principios.  A esto se suma lo que ha denominado las Cuatro Transformaciones (4T), pues a entender del mandatario mexicano la historia se ha forjado en la Independencia respecto de España, la separación entre el poder de la Iglesia y el Estado (con Benito Juarez y la Constitución de 1857), la Revolución mexicana y, ahora en esta cuarta, con una nueva ética de lo público en la que se combate la corrupción y se proponen mecanismos de democracia directa. Se trata de un discurso grandilocuente y ambicioso que el establecimiento político ve con desconfianza, pero que ha generado niveles de apropiación significativos.

Hasta ahora, AMLO parece el único gobierno de la segunda ola de progresistas en América Latina capaz de mantener niveles de aprobación y con chances reales de que su proyecto partidista, Morena, pueda trascender. En 2024 los partidos PRI, PAN e incluso el Partido de la Revolución Democrática (PRD) -antiguo partido del actual mandatario y que fue durante mucho tiempo principal referente de izquierda- irán en coalición para contrarrestar a Morena. Aquello invita a pensar que ha nacido un nuevo progresismo mexicano que, aunque aún no genere adeptos en terceros Estados, ni tenga la vocación internacionalista de otros experimentos de izquierda, parece capaz de trascender y cambiar de fondo aunque paulatinamente, un México del que se llegó a pensar como Estado fallido.

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