El Medio Oriente vuelve a ser el escenario de violencia. Esta vez se trata de la ciudad de Yenín al norte de la ocupada Cisjordania y cuyos picos de violencia en el último tiempo, son testimonio de las pocas chances de paz que existen entre israelíes y palestinos. El escenario también es revelador de la forma en que el mundo se habituó y normalizó la violencia sistemática y desproporcionada que ejerce Tel Aviv contra los palestinos con el desgastado argumento de la lucha contra el terrorismo.
Luego de meses de manifestaciones contra una reforma que restaría independencia al sistema judicial, Benjamín Netanyahu quien sigue como primer ministro tras más de diez años, ha encontrado un argumento perfecto para relanzar su legitimidad: la seguridad. Se ha advertido hasta la saciedad que se trata del gobierno israelí más a la derecha de la historia con la inclusión en la coalición de partidos supremacistas como Sionismo Religioso y homofóbicos como Noam. Una situación que habría suscitado todas clase de rechazos y condenas, si se hubiera presentado en cualquier país en la esfera cultural de Occidente donde deben primar los valores liberales. Se trata de partidos que apelan al discurso del odio y que, en el caso del primero, solía utilizar como bandera el eslogan «muerte a los árabes». De este movimiento hace parte el ministro de seguridad interna Itamar Ben Gvir, quien ha sido condenado en el pasado por incitación al odio, y el de Finanzas, Bezalel Smotrich, quien afirmó hace pocos meses que «el pueblo palestino era una invención». En marzo de este año, invitó a las Fuerzas de Defensa Israelíes «a borrar» la localidad palestina de Huwara donde horas antes colonos habían atacado a palestinos quemando sus vehículos y destruyendo sus hogares con la mirada complice del ejército israelí. La presencia de Smotrich en Estados Unidos fue rechazada por 120 líderes judíos estadounidenses que condenan el supremacismo y el racismo del que ha hecho prueba sistemáticamente.
La violencia actual en Yenín, que consiste en una operación militar para «neutralizar el terrorismo» en Cisjordania, es la de mayor envergadura desde 2002, cuando se produjeron enfrentamientos entre israelíes y palestinos en el marco de la Segunda Intifada palestina desde 2000, desatada por la presencia de Ariel Sharon, entonces ministro de defensa, en la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén Oriental, que Palestina reivindica como capital. El desplazamiento de Sharon fue motivado para provocar y terminó en una exacerbación de la violencia que dejó más de 3000 palestinos y 1000 israelíes asesinados.
La actual operación busca atacar a la Brigada de Yenín, grupo creado en 2021 y cercano a la Jihad Islámica Palestina, una de las guerrillas de defensa creadas a comienzos de los 80 y donde se especula que existe una influencia importante de las autoridades iraníes. En Yenín las condiciones de supervivencia de los palestinos son cada vez peores, se trata de un territorio atacado con frecuencia desde 2021, punto de inflexión para el recrudecimiento de la violencia desde que las autoridades israelíes ordenaran las expulsión de decenas de familias palestinas de Sheik Jarrah en Jerusalén Oriental.
La tendencia era que la violencia y los enfrentamientos ocurrían en Gaza, donde Tel Aviv acostumbra a bombardear uno de los territorios más densos del mundo (5.000 habitantes por km2) con lo cual suelen ser asesinados civiles, y entre ellos, con insólita frecuencia, menores de edad. Ahora no solo se ataca con frecuencia Gaza sino Cisjordania con la intención clara de llevar a la práctica una limpieza étnica en la que palestinos son expulsados y aldeas, localidades y ciudades son ocupadas por colonos israelíes.
Este drama que siguen padeciendo los palestinos está agravado por el silencio de la comunidad internacional, impasible frente a los graves abusos que a diario cometen la autoridades israelíes en los territorios internacionalmente reconocidos como ocupados de Cisjordania y la Franja de Gaza. Enero de 2023 fue el mes más mortífero desde 2015, cuando 35 palestinos fueron acribillados y entre ellos 8 niños. En mayo se conmemoró el aniversario del asesinato de la periodista Shireen Abu Akle, que recibió un impacto de bala en su cabeza cuando cubría la violencia en Cisjordania. No hay un solo responsable israelí juzgado por el caso.
Así continúa la violencia sistemática con el agravante de que no hay ningún atisbo de presión internacional para que el pueblo palestino deje de ser masacrado y se siga cometiendo un genocidio por parte de un régimen cada vez más vaciado de su componente liberal, y consumido por las lógicas del apartheid.
@mauricio181212