De nuevo la salud de Gustavo Petro aparece en el debate público, esta vez por una declaración de su hermano Juan Fernando en la que asegura haber sido diagnosticado con una condición mental, durante su infancia. Algunos medios de comunicación tomaron la afirmación en el sentido más literal sin ningún reparo por el contraste, la comprobación y despojados de toda sensibilidad sobre los efectos en la audiencia de una información presentada sin las explicaciones y el contexto. Como se ha vuelto costumbre, las especulaciones acerca del vínculo entre la impuntualidad conocida de Petro y su salud no se hicieron esperar, revelando hasta qué punto no se ha aprendido la lección acerca del manejo responsable de la información y lo que parece ser lo más grave, la puesta en circulación de prejuicios relativos a la salud mental. En nada quedaron todos los mensajes de toma de consciencia durante los dos años de pandemia, pues el manejo político con el que se debate la salud de Petro, es, sin duda, un retroceso que hace pensar que quienes sufran alguna alteración en su salud, no tienen suficiente idoneidad para desempeñar ciertos cargos.
Tras el errático cubrimiento de varios medios que decidieron resaltar la supuesta condición de Petro mandado esa información a sus titulares (La Silla Vacía, Semana y este medio, entre otros), muchos se preguntan con justa causa: ¿no es acaso la salud del presidente una cuestión de interés nacional? En las actuales circunstancias no, al menos por dos razones elementales. Primero, en Colombia circula información de manera abierta y no ha ocurrido como en regímenes que, claramente han virado hacia el autoritarismo, ausencias prolongadas y no justificadas de los mandatarios que alimentan especulaciones sobre su estado de salud. Tal fue el caso de Hugo Chávez en Venezuela antes de su muerte en 2013 o más recientemente en Corea del Norte con Kim jung-un, en Nicaragua con Daniel Ortega o en Bielorrusia con Aleksander Lukasenko. Segundo, no hay ningún indicio o asomo de que la condición física o mental de Petro obstruya el cumplimiento de sus funciones. Acudir sistemáticamente a su estado de salud para criticar conductas abiertamente erráticas como los incumplimientos, los yerros comunicacionales o declaraciones polémicas e incluso sin fundamento favorecen los estereotipos que tanto daño han causado en la gestión de la salud mental. Valga recordar que el 13 de julio de este año, el exministro de salud, Fernando Ruíz, trinó en la red social X «Por supuesto! Hoy es el día mundial de trastornos de la atención!» para criticar a Petro cuando no llegó al aeropuerto militar de Catam en la mañana tal como se esperaba para desplazarse a San Andrés a recibir la lectura del fallo de la Corte Internacional de Justicia. Aunque el exfuncionario pidió excusas, no borró el trino que a la fecha tiene 2627 «me gusta» y fue retrinado 903 veces. De poco sirve pedir perdón, cuando se deja flotando un mensaje tan nocivo.
Es extraño que se aluda a una bajeza de ese tipo y se pasen por alto todos los códigos de ética relativos al respeto por la intimidad. Esto es más grave aún, pues se deja de nuevo la sensación de que cualquier alteración o afectación de la salud mental resulta en impedimento. Ayer buena parte de los medios en un afán torpe salió a publicar los perfiles de personas exitosas a quienes les han diagnosticado Asperger. Un completo sinsentido que contribuye al señalamiento y retrasa las posibilidades de una sociedad incluyente. Un sector de la oposición y de los medios confirma una vez más, no estar a la altura del debate y un completo desconocimiento sobre su función social. Es la era del «todo vale».
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