Desde que existe el conflicto palestino israelí, abonando la categoría guerra árabe israelí a finales de los 70, no hay antecedentes sobre un ataque tan nocivo para la seguridad de quien sigue siendo la principal potencia militar de Medio Oriente. El mundo aún no se repone de la conmoción por la crudeza del ataque lanzado por el grupo Hamas, Movimiento de la Resistencia Islámica, y que habría cobrado la vida de más de 600 israelíes, entre ellos, una mayoría aplastante de civiles. Además, el grupo habría retenido a un centenar de personas entre las que aparece un número indeterminado de soldados, dato clave para entender lo que pueda ocurrir en las próximas horas y semanas.
La violenta arremetida de Hamas ocurre precisamente en el aniversario de la última guerra entre Egipto, Siria e Israel conocida como del Yom Kippur o del Ramadán, único conflicto en el que Tel Aviv estuvo muy cerca de una derrota militar y en el quedaron expuestas varias de sus vulnerabilidades. Tras tomar control de la Península del Sinaí en la Guerra de los Seis Días en 1967, se pensaba que Israel era inexpugnable por el sur, pero tropas egipcias lograron cruzar la barrera de Bar-Lev, tal como lo hizo el grupo Hamas por estos días. En los 70, muchos adjudicaron esta debilidad israelí a la excesiva confianza de algunos de sus dirigentes con posterioridad de las conquistas militares del 48 y del 67 en las guerras en las que Israel pudo conseguir más territorio. En 1973, Ariel Sharon llegó a afirmar que «Israel es una superpotencia, en una semana podríamos conquistar toda la región que abarca desde Jartum (Sudán) pasando por Bagdad (Irak), hasta Argelia», es decir casi que la completa extensión de lo que hoy se denomina Medio Oriente y Norte de África.
La incursión tan lesiva de Hamas, deplorable desde el punto de vista humanitario, solo se explica por la conjunción de tres elementos. Primero, un trabajo de inteligencia, contra inteligencia y filtración para acceder a información sobre los puntos débiles de la defensa israelí por el sur, así como acceso para atrofiar o boicotear el escudo anti misil que había convertido a Israel en uno de los Estados menos vulnerables del mundo. Basta recordar que cuando estalló la guerra del golfo a comienzos de los 90 y Estados Unidos bombardeó Irak, Saddam Hussein ordenó el lanzamiento de decenas de misiles Scud que llovieron sobre cielo israelí pero cuya totalidad fueron interceptados. Desde hace dos década se lanzó el esquema conocido como Domo de Hierro que reforzó su seguridad. Hoy semejante superioridad militar, no parece suficiente para garantizar su seguridad. En segundo término, parecería evidente que Tel Aviv se sentía cada vez más confiado y que la principal hipótesis de conflicto habían dejado de ser los grupos insurgentes palestinos para convertirse en Irán, Hezbollah y hasta cierto punto Siria. Dicho de otro modo, las autoridades políticas (mas no las militares, que en el último tiempo son mucho más moderados que los civiles) subestimaron el poder militar de Hamas y se empezaron a concentrar en Cisjordania. Cometieron el error de pensar que los bombardeos (2014, 2021, 2022) serian suficientes para disuadir al grupo insurgente. Y tercero, el ataque es una dura derrota no solo para Tsahal (o fuerzas militares israelíes) sino para al Al Fatah, heredera de la Organización para la Liberación de Palestina y quien controla a medias Cisjordania y había gozado del monopolio de la interlocución palestina en el plano internacional. Lanzado el ataque de una envergadura inédita, será difícil para la comunidad regional e internacional ignorar a Hamas como un actor palestino y a cambio de la moderación frente a Tel Aviv, se contemple un diálogo para una paz duradera. En pocas palabras, hoy la posibilidad de negociación dejó de depender exclusivamente del tándem OLP -Israel para incluir a quien se ha metido a la fuerza en la agenda regional. Viene en el corto plazo una negociación para la liberación de secuestrados o su rescate por la fuerza, esto segundo difícilmente tendría respaldo entre israelíes.
Las imágenes de una violencia que ha desbordado todo límite humanitario indican cómo la guerra no es una salida y que no hay nada que retrase tanto una paz duradera como pensar en una estabilización a punta de retaliaciones militares. No habrá paz duradera y convivencia mientras se mantenga el esquema de apartheid, limpieza étnica y genocidio, a pesar de que el mundo solo lo recuerde en coyunturas tan trágicas como la actual. Los pueblos israelí y palestino no soportan más violencia y hace rato dejaron de sentirse representados por las posiciones guerreristas de ambas orillas.
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