Definitivamente, en este país, para no cruzar las fronteras en este tema en particular, resulta sumamente complejo salir del closet, y resulta complejo porque esa decisión trae muy bien amarrados una serie de retos personales, laborales, sociales y familiares por superar. No todos lo logran y en el camino deciden renunciar a su lucha de libertad, decidiendo entonces que el suicidio es la mejor opción, o regresando al closet y viviendo una vida miserable.
El término, y la acción de salir del closet no debería existir en estos tiempos, uno no debería reconocer ante nadie si es marica o es heterosexual, eso a nadie debería importarle. Sin embargo la realidad es que todo hombre se presume heterosexual hasta que se le demuestre lo contrario, y es entonces cuando algunos deciden aceptar su culpabilidad con resignación. En un país como este, que además de machista es doble moralista, la tarea de reconocerse gay se complica, se encrudece. Para algunos hombres, la mayoría, resulta “normal” ver dos mujeres besándose, y además de normal les resulta excitante. Pero dos hombres en el mismo plan es un acto además de asqueroso reprochable.
El que decida un día, decirse a sí mismo y a sus allegados, que es marica, debe entonces levantar la cabeza y comenzar a disfrutar la vida con el sabor dulce que da la libertad, y la tranquilidad de no esconderse de nadie, ni vivir dos vidas con el interés de esconder su verdadera sexualidad. En este cuento en el que yo me he metido, el de la política, que pareciera tener muchos capítulos. He conocido muchos maricas que viven en el closet aún y cuando su caminado demuestre siempre lo contrario. Uribistas, liberales, conservadores, independientes, dependientes, hasta un tipo que dice odiar la tradicionalidad de la política, pero resultó afiliado al partido de la U, y resultó, además, amigo de Roy Barreras y todos esos adornos politiqueros, todos ellos más maricas que Norberto. Yo no soy quien para sacarlos del closet, ni más faltaba, ellos pueden seguir conociendo hombres en Grindr y pagándole a jovencitos para que pasen ratos entretenidos en la intimidad de sus apartamentos, o sus casas en Villa de Leyva o en donde prefieran. Ser gay no es un pecado, lo que sí es pecado es vivir una vida falsa, reprimida y sumergida en la clandestinidad.
No es fácil, no es sencillo un día aceptar que no son la tetas lo que resulta atractivo ni las nalgas grandes ni los tacones altos, no es sencillo cuando la mayoría de las conversaciones borrachas de testosterona se concentran en las novias, las mozas y las amigas de las mozas. No es fácil cuando el mundo espera siempre conocer la pareja, conocer la novia. No es fácil cuando el ser gay es sinónimo de ser peluquero o maquillador o ser travesti, todo esto por supuesto, gracias a la falta de conocimiento sobre un tema que siempre ha sido escondido por la educación, la iglesia y “las buenas costumbres” que exigen que de esos temas no se habla.
A mí por ejemplo, en el colegio en clase de sexualidad o ética y valores, nunca me explicaron que en el mundo existían heterosexuales, gais, bisexuales, y que eso es tan normal como que las plantas hacen fotosíntesis. Nunca tampoco me enseñaron que todos somos seres humanos sin importar nuestra identidad sexual, religión o color de piel, y tampoco me enseñaron que al salir de las cuatro paredes de mi colegio, me iba a encontrar con una sociedad atrasada y estancada en la época en el que los humanos creíamos que la tierra era plana.
Gran sorpresa se llevarían esos hombres barrigones, alopécicos y cerveceros si se enteraran que posiblemente sus jefes son maricas y trabajan, comen y toman cerveza gracias a la genialidad de un gay.