Giovanni Acevedo, escritor bogotano, columnista de opinión, asesor en asuntos políticos.

En momentos en que los diálogos en la Habana comienzan a mostrar avances interesantes al ojo del colombiano promedio, resulta importante que el ciudadano de a pie se conecte con la realidad del conflicto en el que muchos nacimos y otros han soportado por casi 60 años. La cultura del colombiano se presta para que nuestra memoria dependa directamente de los medios de comunicación, y de la coyuntura que marca el reloj del día a día. Esto quiere decir que con facilidad olvidamos lo que pasó hace tan solo un mes, y si lo recordamos, no los contextualizamos con lo que ha venido sucediendo por décadas. Tal vez por eso sea que el conflicto interno, lo entendamos solo como acontecimientos noticiosos, dolorosos y escalofriantes pero que no ocupan nuestra atención con mayor importancia, porque después de las noticias de la noche, comienza el programa de moda, y ahí, nuestra preocupación es quien será el próximo protagonista de novela.

Muchos colombianos nos indignamos con la tragedia de otros, con los mutilados por la guerra, y los desplazados por la guerra, o los asesinados por la guerra, o los desaparecidos por la guerra, pero son, tristemente, muchos los colombianos que aún quieren guerra, como camino a la solución a la guerra. Es verdad, suena redundante y absurdo, estúpido, pero a eso nos enfrentamos hace muchos años, a la redundancia que genera la muerte y a la estupidez de la guerra.

Masacre de Bojayá – 2 de mayo de 2002

Todas estas sensaciones, recuerdos olvidados y noticias impactantes, han sido recopiladas en un texto que ahora le da vida a una interesante apuesta teatral, dirigía por Ariel Merchan, y presentada en Bogotá desde el 10 de septiembre hasta el 18 de octubre. En una casa esquinera de dos pisos en Teusaquillo, y durante aproximadamente una hora, usted podrá recorrer el sufrimiento de millones de colombianos víctimas de la guerra que ha venido alimentándose de las guerrillas, las AUC, el narcotráfico, y la estupidez de nosotros, los que “afortunadamente” solo hemos sido espectadores y hemos conocido a los mutilados, a las madres desconsoladas, a los desaparecidos y a los muertos, solo por la prensa. La obra de teatro en la que participan actores profesionales, demuestra la delicadeza y perfección que le ha impuesto el director. La escenografía es armada con calidad y rapidez, el espectador se va a encontrar con diferentes personajes que van cambiando a medida que vamos irrumpiendo por la casa, las escenas aunque resultan en su mayoría impactantes, nos dan la oportunidad de reír por momentos.

MInas antipersona – Solo hasta el 2009 en Colombia se reportaron más de 777 victimas.

La obra invita a que los espectadores hagamos nuestras propias conclusiones, luego de conectarnos con realidades escalofriantes que han quedado en la historia del conflicto interno de nuestro país.  Mi conclusión no puede ser otra que reconocer, la firma de la paz como la mejor salida a la cadena de sufrimiento que se ha venido enlazando eslabón por eslabón a cotillas de los que han puesto los muertos en esta historia. Un sector político, comandado por el senador Uribe, cree que firmar la paz no es garantía de vivir en paz, y que no será suficiente para remediar el dolor que solo un actor, las FARC, le han causado a nuestro país, y tiene razón, ni la firma de la paz nos dará la paz absoluta, ni reparará en su totalidad a las víctimas, pero si marcará un nuevo capítulo en la historia de nuestro país. Yo creo que esta obra de teatro nos da la oportunidad de reencontrarnos con episodios que nos ayudarán a entender el sufrimiento de los demás, como un primer paso en el camino a la no repetición.

Felicidades al director de la obra, a sus actores y a sus colaboradores.

Información sobre la obra: AQUÍ

 

Giovanni Acevedo

 

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