¿Y por qué no? ¿Porque los reinados son solo para mujeres? O ¿Porque los hombres solo debemos ver jugar al fútbol?
Pues, no. A mí me resulta mucho más divertido acostarme con mi mamá a ver el reinado de lo que sea, que aprenderme de memoria los cánticos escandalosos y repetitivos que identifican a los que dicen llamarse hinchas.
Ahora resulta que de la nada aparecen hombrecitos con presunciones de sacerdotes, y por las redes sociales nos dicen qué es bueno y qué es malo, qué es vergonzoso y qué es glorioso, de qué nos debemos indignar y de qué nos debemos enorgullecer. Es verdad, los colombianos hemos adoptado y construido costumbres que si las comparamos con las de países del primer mundo, vamos a encontrar un sin número de razones por las que somos un país en vía de desarrollo. Pero las peras no se deben confundir con las manzanas en ese afán repentino de educar y reprender a los que nos gusta ver desfilar trajes de gala, o a los que les gusta ver patear un balón durante varios minutos. Las sociedades demandan costumbres y gustos que tienden a convertirse en colectivos multitudinarios, y esos gustos son tan respetables como los de los que prefieren no seguir lo que la mayoría decide seguir. Esas costumbres y esas tradiciones y gustos colectivos son los que finalmente van enriqueciendo nuestra cultura con el pasar de los años, ojalá, eso sí, sin descuidar las que nos identifican ancestralmente.
Lo que no entiendo, es por qué les molesta que un pueblo se una en la emoción de apoyar la victoria de una joven, muy joven además, en un reinado de belleza, que generalmente termina como un motivo para reunirse en familia y opinar de esto y de aquello. Pero les parece totalmente normal, hacer filas enormes para entrar a un estadio de fútbol, apoyar a su equipo “del alma” como antesala de la barbarie y destrucción que en nuestro país, ya estamos acostumbrados a ver cada vez que ganan y pierden los equipos de las almas de todos los hinchas. Y es que el problema no es si preferimos ver reinados o ver el fútbol, o ir al cine o cerrar la calle y bailar a todo volumen Diomedes Díaz y Los 50 de Joselito, el problema real es que los colombianos no respetamos las diferencias ni respetamos al de al lado, no entendemos que nuestra libertad llega hasta donde comienza la del otro, y que sin importar cuál sea nuestro gusto, ese no puede convertirse en un motivo para dañar a los demás. Por eso es que muchos no respetan los semáforos, o no entienden la necesidad del otro por utilizar también el asiento del bus urbano, por eso es que a nadie le importa nadie y en Colombia cada vez nos odiamos más, y cada vez nos respetamos menos.
Y aquí, es cuando un político, con vena académica aparece. Antanas Mockus, un colombiano tan colombiano como cualquier otro, así su nombre sea Antanas y su apellido sea Mockus, ha dedicado gran parte de su vida al estudio del comportamiento del individuo como ciudadano, de nuestras prácticas, de nuestras costumbres y de nuestros motivos para actuar como actuamos. El problema real de los colombianos no son nuestras costumbres y gustos, el problema real es que la educación no cumple con su cometido porque no tenemos un patrón educativo que tenga como pilares fundamentales el respeto a las libertades y la convocatoria de valores día tras días. En Colombia cada quien hace lo que se le da la gana, y entre esos están, los que piensan tener la verdad absoluta.
Feliz Navidad y hasta el próximo año.
Giovanni Acevedo