La juventud, aunque muchos no lo sepan, los que lo saben lo ignoren y los demás ni se den por enterados, es el músculo en formación de cualquier sociedad, sobre todo si es una sociedad que está en camino del progreso y a la que le hace falta mucho camino por andar, como cualquiera en América del sur. El papel del joven, dentro de la sociedad, hoy en día está limitado en gran medida al del estudiante, el viajero, el rumbero y solo algunos le sacan tiempo a la rebeldía política que termina mayoritariamente siendo igual que nada si esa rebeldía no está acompañada de fundamentos aterrizados, de cuestionamientos y soluciones reales a las necesidades y posibilidades de sus países. “No se le pueden pedir peras a los olmos”
La rebeldía, siempre será un distintivo de la juventud. Esa etapa por quemar por la que pasan casi todas las generaciones. Lo realmente importante, es que esa rebeldía converja en actividades constructivas para la sociedad, en activismos a favor de derechos por las minorías, acompañamientos en causas que busquen soluciones o que por lo menos formulen propuestas, en solidaridad, y por qué no, en la participación directa en la política local, nacional y de la región. Los países democráticos no necesitan menos políticos, necesitan nuevos políticos, jóvenes y viejos, pero políticos comprometidos con las necesidades más profundas de sus pueblos y las promesas más visionarias que podamos construir, promesas que por supuesto, terminen siendo realidades.
Si entendemos la política, como la entienden muchos jóvenes, es decir; como la profesión del ladrón, del corrupto, del delincuente de cuello blanco, entonces estamos en un callejón sin salida, porque en esencia, esa definición no se acerca ni un poco a la real. Pero es totalmente comprensible, porque los jóvenes y una gran porción de la sociedad tienen en su memoria la imagen agria de la política. Esto se debe, a que el cerebro humano, no importa si es joven o viejo, tendrá mucho más presente una mala experiencia, antes que una buena. Por ejemplo; Gustavo Petro, alcalde de Bogotá, (capital de Colombia), elegido por voto popular en octubre del 2012, prometió construir mil jardines infantiles a lo largo de toda la ciudad, promesa, que por diferentes razones, no llegó a cumplir ni en su 30%. Pero, logró recuperar financieramente, y posicionar a ETB, la empresa pública de servicios telefónicos de Bogotá, como una de las principales proveedoras de internet de alta velocidad en zona norte de Colombia. No solo la recuperó y la puso a generar dividendos, sino que la posicionó como una de las empresas más rentables y logró multiplicar varias veces el valor de su acción. Esto, evidentemente no tiene mérito para su oposición, y tampoco para los ciudadanos, porque como lo escribí unos renglones arriba, los ciudadanos recordamos más fácilmente los errores que los aciertos, y más, si de política estamos hablando.
La “juventú”, como diría don Antonio, un campesino de la costa atlántica colombiana, tiende a evadir responsabilidades, a esconderse de los compromisos, por eso es que no votan, no leen, no opinan, por eso es que deciden ser vegetarianos o ser ateos, por eso es que se dejan seducir por las emociones y terminan por darle rienda suelta a la diversión y se olvidan por completo de sus derechos y de sus deberes, como ciudadanos principalmente.
Quiero creer, como un alivio a esta preocupación, que la elección de ser apolítico, es solo una consecuencia de la juventud, y que más adelante, cuando los años vayan pasando y la experiencia vaya trayendo responsabilidad, esta no venga sola, y se traiga de gancho, o de los pelos, la responsabilidad política, y que esto se traduzca en más votantes, en ciudadanos informados, en conocimiento de buen gobierno.
Giovanni Acevedo