El termino en sí mismo, desobediencia civil, lo desconocemos en su definición y en su práctica los colombianos, y lo desconocemos porque en Colombia nunca hemos entrado en estado de desobediencia civil, y esto puede hacer que la invitación de Álvaro Uribe termine mal.
La política despierta pasiones, y las pasiones sentimientos y los sentimientos invitan a tomar acciones, a actuar; pero este coctel de pasiones más sentimientos puede no resultar bien si la coyuntura es lo suficientemente filuda como para lograr que todo esto sea el inició de una guerra civil. Puede sonar exagerado, pero es una exageración totalmente posible, y supremamente desastrosa para un pueblo como el colombiano, en el que aún la democracia no ha logrado entenderse muy bien, y las instituciones carecen de respeto y credibilidad. Ya lo vimos en el 2002 en Argentina. Movilizaciones pacíficas en contra del gobierno, más una crisis en el ejecutivo, más una decisión errada del presidente de represión a la protesta, hizo que el pueblo se acalorara y desbocara su ira en el descontrol total; saqueos, robos, muertos, heridos y un sin número de desmanes de parte y parte. Algo parecido ha pasado en Bolivia y en Perú.
¿Pero por qué Álvaro Uribe invita a la desobediencia civil?
El tipo no solo invita a la desobediencia civil. El tipo ha invitado a marchas exigiendo la renuncia del presidente Juan Manuel Santos, a protestas campesinas e indígenas y de profesores que han terminado siempre con heridos y desmanes, ha promovido censura a ministros del gobierno y lo seguirá haciendo cada vez que encuentre un recurso con el que pueda defender sus señalamientos y desestabilizar al gobierno. Esa es su tarea, pareciera que esa es su razón de ser. Álvaro Uribe fue un presidente con ínfulas de dictador, en sus dos gobiernos las protestas eran ilegales y buscaban, según él, desestabilizar la seguridad democrática, que era como se conocía su política de guerra contra las FARC. Cómo típico dictador, incapaz de dejar el poder y motivar el relevo de ideas, Uribe logró, apelando a artimañas, ser presidente por segunda vez, y fracasó, gracias a Germán Vargas Lleras. Con sus fichas políticas logró detener el intento uribista por ganar el poder una tercera vez. Cómo sí lo logró Chávez ganando en 1999, 2001, 2007 y 2013 las elecciones presidenciales en Venezuela. O Evo morales, el presidente indígena de Bolivia que ha ganado las elecciones presidenciales en 2005, 2009 y 2014. Lo mismo ha sucedido en Ecuador con Correa, ganando 2006, 2009, 2013 y Daniel Ortega, presidente de Nicaragua desde 2007.
Álvaro Uribe tiene tantos señalamientos y tantas preguntas sin respuestas, que convertirse en el representante del odio y de la venganza en el país se ha convertido en su carta más eficiente en los momentos en los que necesite desviar las miradas. El Gobierno del presidente Santos es ese saco de arena con el que Uribe y sus seguidores, desbocan y exorcizan sus demonios que naturalmente nacen de la impotencia por no continuar en el poder y así seguir manejando el país a su antojo, protegiendo delincuentes y haciéndole creer a un país entero, que él es el mesías.
Algo nos queda de cordura a los colombianos, algo nos queda de equilibrio entre la razón y la emoción que no nos permite terminar como Álvaro Uribe, Fernando Londoño y Vallejo quisieran, dándonos en la cara unos con otros.
Giovanni Acevedo