Si lo que lograron los asesores de comunicación de Peñalosa en la campaña a la alcaldía, lo defino como extraordinario, lo que consiguieron en la última semana con el Bronx, el plan de desarrollo y los títulos ficticios del alcalde, es de maestros. O como dirían los argentinos, es de prolijos.
Las últimas dos semanas del alcalde de Bogotá, no fueron nada fáciles de manejar. La prensa cada vez encontraba más material para atacar la persona del alcalde; sus títulos académicos, sus continuas contradicciones, las decisiones que afectan a diferentes sectores sociales… A esto se le debe sumar el plan de desarrollo que contiene varios puntos que no han calado en la opinión pública como favorables para la ciudad, los despidos multitudinarios de trabajadores del distrito, más ese tema que logró pasar por detrás de la cortina de humo, y que logró que la prensa y la ciudadanía en general la consumiera en su totalidad, sin el más mínimo síntoma de incomodidad.
En política nada es casualidad. Y por supuesto, que la policía, el ejército, el ICBF y las demás instituciones hayan decidido entrar al Bronx justo el último fin de semana de mayo, tampoco.
¿Qué tenía Peñalosa en juego?
Por ley, la fecha límite para que el Concejo de Bogotá aprobara el plan de desarrollo que representa los compromisos del alcalde, era la media noche que marcaba el final de mayo y el comienzo de junio. Para entonces, el plan de desarrollo debería estar votado y aprobado para darle vía libre a los planes de Peñalosa para la capital del país. Como ese plan de desarrollo ha sido bastante controversial, y no por planteamientos menores. Y como los que votan pueden verse influenciados por la presión social. Peñalosa necesitaba dos cosas. Qué la opinión publica y la prensa se ocuparán de un tema lo suficientemente jugoso como para que tuviera vida por lo menos por 3 o 4 días, y que para entonces su plan de desarrollo ya no tuviera marcha atrás.
“Los periodistas, son como las gallinas culecas. Están siempre picando y picando a ver qué gusano encuentran, de eso viven, ese es su trabajo. Entonces nuestro trabajo es, en ocasiones, ayudarles a esas gallinas, y ponerles los gusanos que queremos que encuentren, en el lugar donde las necesitamos que los encuentren”. Esto lo dijo en una reunión un comunicador social bastante importante en mi país. La noticia del fin de semana, del último fin de semana de mayo, no era otra que la aprobación del plan de desarrollo que no solo busca vender la ETB, sino una baraja de medidas que, por ser nuevas, deben ser revisadas con tranquilidad, con sensatez. Pero ni el alcalde parece querer revisar su plan de desarrollo, ni querer oír a los ciudadanos, y sí concertar con los expertos.
Las cortinas de humo las utilizan todos los gobiernos, y las utilizan las campañas políticas que tienen los recursos suficientes para hacerlas. Quiero pensar que hay ocasiones en las que esas cortinas pueden tener un objetivo noble, como la paz, por ejemplo. Pero si la cortina, lo que en realidad esconde son intereses particulares, y compromisos que ponen sobre la mesa el futuro y la estabilidad de una comunidad, ahí encontramos profundos cuestionamientos éticos y profesionales. A medida que el humo de esta cortina se va disipando, y el plan de desarrollo de Peñalosa va acomodándose en la tranquilidad de lo aprobado, el alcalde va dejando escapar de su boca verdades que por supuesto nunca le hubiera dicho a su electorado cuando necesitaba que confiaran en él. Pretender administrar una ciudad como si fuera una empresa, es un acto de irresponsabilidad, es una demostración de incapacidad para comprender los compromisos reales del estado y los que cumplen el papel de dirigentes.
Si el camino sigue como hasta ahora se ha mostrado, vamos a terminar con una ciudad totalmente enchapada, pero con un futuro muy complejo de comprender.
Giovanni Acevedo