No sé si comenzar diciendo que la religión hace parte de nuestras raíces, como lo certifican varios jerarcas de la iglesia católica y profesores de historia de primaria y secundaria, o si mejor decir la verdad; que la religión no hace parte de nuestras raíces, sino que más bien, es parte de la estrategia de evangelización que los españoles quisieron aplicarnos desde la colonización. Por tradición hemos creído siempre en algo superior, siempre hemos sentido la necesidad de agradecerle a alguien supremo por los favores y los beneficios que la vida nos ha sabido ofrecer. Dejamos de agradecerle al sol, a la noche, a la lluvia y a la tierra por ser bondadosos y beneficiar las cosechas, por agradecerle y, además, temerle al Dios de los romanos. Desde entonces, el cristianismo romano gobierna en la moral y en los temores de la gran, gran mayoría de los latinos.
Un estudio sobre el comportamiento de la religión católica en América Latina, conocido como (Religion in Latin America: Widespread Change in a Historically Catholic Region), nos deja ver como esta representación religiosa ha padecido una estampida de unfollowers desde 1960, pasando de tener el 90% de la población total evangelizada dentro del catolicismo, a tan solo el 69% en el 2014. Aun así, América Latina sigue siendo la reserva poblacional creyente, que el Vaticano tiene en el mundo, con alrededor de 450 millones de fieles. En el estudio también se puede conocer el comportamiento del éxodo de católicos a las diferentes variantes del cristianismo, conocidos como protestantes. El 74% de los colombianos hoy protestantes, fueron criados en hogares católicos, y justifican su cambio de culto principalmente con una razón; les gusta más el estilo del culto de la nueva iglesia. Esto explica, el crecimiento aligerado de iglesias como la Carismática Internacional (Uribista) y Dios Ministerial, de Jesucristo Internacional, de la familia Piraquive, fundadas en 1983 y 1972, respectivamente. No siendo estas las únicas por supuesto. Pero sí sigue siendo muy importante en toda esta realidad religiosa que vivimos en América Latina.
Desde el siglo XV, recibimos grandes dosis de adoctrinamiento religioso en nuestras poblaciones. El afán de la iglesia católica por crecer, comandada en ese entonces por el Papa Alejandro VI, le ordenaba a sus misioneros, impartirles educación religiosa a los niños todos los días, y a los adultos tres días a la semana. Con el tiempo llegaron los colegios y las universidades católicas. Los monasterios, los seminarios y los conventos. Hoy podemos decir que en cada barrio tenemos una iglesia, y que, en cada casa, una biblia. Generalmente, la biblia de la abuela. Si bien es cierto que el cristianismo romano cada vez pierde más seguidores, esto no quiere decir que haya menos creyentes en las leyes de Dios. Mientras que hay muchos versos en la Biblia que establecen su autoridad y su suficiencia para todos los asuntos de la fe y la práctica, uno de los más claros es 2 Timoteo 3:16, donde vemos que “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia; a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.”
Después de conocer esto, podemos hacer una pregunta fundamental; ¿estamos bien educados?
Si la historia nos dice que por siglos hemos estado educados bajo la voluntad de las religiones, entonces podemos entender que nuestros valores y nuestra ética está muy bien fundamentada, si seguimos la lógica de los que hoy protestan. Siendo esto precisamente lo que los padres preocupados por sus hijos, no quieren dejar en manos de la ministra Parody, porque puede depravar a sus críos. ¿Pero será que sí estamos bien educados? Pues yo diría que no.
Siguiendo con la orden de evangelizar a las nuevas generaciones, dada por el Papa Alejandro VI, hoy en nuestros colegios aún se les inculca a los niños las traducciones de la religión católica. En mi colegio, por ejemplo, nos hacían formar todos los viernes frente al balcón del rector, que miraba hacia el patio de los fundadores. Este hombre enorme asomaba su existencia y nos daba la bendición después de obligarnos a rezar unos cuantos padres nuestros. Y era obligado. Detrás de las formaciones, los profesores nos vigilaban y se cercioraban que, en efecto, estuviéramos repitiendo lo que nuestro rector vociferaba. El colegio también tenía capilla, y en el lobby de la rectoría, varias fotos exhibían los encuentros de nuestro rector con el papá Juan Pablo II y diversos dirigentes del catolicismo en el país, (porque si hay alguna organización que reúna diversidad, es la iglesia católica). Teníamos clase de religión y en las aulas un cristo arriba de cada tablero. Nada de esto pudo evitar que reconocidos actores, presentadores, estudiantes becados en el exterior y yo, resolviéramos aceptárnos tal cual somos. Tampoco evitó embarazos no deseados, ni alumnos con problemas de drogadicción, ni miembros de su familia alcohólicos. Para los católicos hay colegios, y para los protestantes también. Esta historia no solo se repite en la mayoría de los colegios en Colombia, sino en toda América Latina.
Miremos más incoherencias…
Según el consejo de seguridad de las Naciones Unidas, América Latina es la región más desigual del mundo. ¿Pero por qué si el 90% es creyente, y hemos recibido educación basada en la fe cristiana?
El estudio (About Violence Against Women), realizado en 12 países de América Latina y el Caribe por la Organización Mundial de la Salud (OMS), evidencia que entre el 17 y el 53% de las mujeres entrevistadas, reconoce haber sido víctimas de violencia intrafamiliar, siendo la pareja hombre el agresor principal. ¿Pero por qué si el 90% es creyente, y hemos recibido educación basada en la fe cristiana?
Este estudio entrevistó a más de 180 mil mujeres de Colombia, Ecuador, Guatemala, El salvador, Haití, Honduras, Jamaica, Nicaragua, Perú, Paraguay, Bolivia y Republica dominicana. Todos estos países hacen parte del listado con mayor presencia de religiones en su sociedad. Con esto no quiero decir que la educación religiosa o con bases religiosas es la responsable de esto y de la descomposición social que vive nuestra región, pero sí es una evidencia para reconocer que este modelo de educación no garantiza la formación de ciudadanos responsables con los derechos de los demás, no garantiza la conformación de “familias naturales” entre hombre y mujer exitosas. Si revisamos las cifras de familias desintegradas por abusos en su interior, de niños abandonados y de jóvenes responsables de delitos a temprana edad, nos vamos a preocupar aún más.
Los reclamos que hacen los que han salido a protestar en contra de una cartilla que busca instruir a los profesores en educación incluyente y respetuosa de las diferentes realidades de sexualidad, radican en que este tipo de educación atenta contra el derecho de ellos, para educar a sus hijos en su desarrollo sexual. Ese rol no se quiere reemplazar, está claro que los padres son pieza complementaria en la educación de los niños, y no solo en lo que tiene que ver con el desarrollo de su sexualidad, también con la convivencia y la configuración como ciudadano. Pero también que les quede algo claro, ese derecho no debe sobrepasar los límites propios del acompañamiento en el desarrollo de la sexualidad, no como forjador de la sexualidad, porque ni los papás, ni los profesores, ni ninguna cartilla puede definir la inclinación sexual de ninguna persona.
El llamado es a los gobiernos, a los ministerios, es llamado a para que no solamente la educación sexual de los niños y los manuales de convivencia vigilen el respeto por la diferencia y garanticen la total libertad del desarrollo de los niños, sino también para que la educación sea replanteada. ¿Necesitamos clases del catolicismo como método de adoctrinamiento? O tal vez necesitamos clases de historia de las diferentes expresiones religiosas en el mundo… ¿Necesitamos conocer la tabla periódica al derecho y al revés? O tal vez necesitamos conocer los valores y los derechos que todos demos respetar y poner en practica como personas, y como ciudadanos…
Gina Parody se está enfrentando a lo establecido, a lo amañado, a lo que los poderosos dicen que así debe ser, y ese acto responsable de valentía, pide que los ciudadanos la acompañemos.
Hasta la próxima
Giovanni Acevedo