Giovanni Acevedo, escritor bogotano, columnista de opinión, asesor político, consultor en comunicación y estrategia para campañas electorales.

La vida es, en esencia, una decisión. Estar acá sentado, frente a mi computador y escribir lo que voy a escribir es una decisión. No hacerlo también lo es, pero el punto es que decidí hacerlo.

Los seres humanos vivimos en piloto automático la mayor parte de nuestra existencia. Entendemos eso de tomar decisiones, solo cuando creemos que esas decisiones serán trascendentales en nuestras vidas; nuestra pareja, nuestra profesión, nuestro empleo, nuestro lugar para vivir… Entonces las que no, las tomamos casi que sin darnos cuenta, y muchas veces esas, las que no logramos conducir, les dan giros importantes a nuestras vidas. Últimamente intento tener control de la mayoría de las decisiones que tomo, es la única manera de garantizar equilibrio entre lo que hago, y lo que quiero lograr. Comer bien, dormir bien, soñar con los ojos abiertos, leer, caminar, respirar, hablar con las personas que me aportan, y, por supuesto, aportarles, hace que mis días sean pasos hacia adelante, hacia el estado en el que me gusta estar, y lograr los ítems necesarios para cumplir mis objetivos. En algún libro leí, que el mejor gobernante, es el que logra antes, gobernarse así mismo. Le he encontrado sentido a esta frase en un millón de ocasiones. Luchar contra los “cinco minutos más” todas las mañanas, o contra el “solo por hoy”, son luchas mucho más importantes que las que se dan en el plano profesional. Tomar la decisión de hacerlo, es fundamental. Para mí, ser feliz es una decisión, querer serlo es solo una aspiración, pero serlo, es una decisión que no se toma una vez, se toma todos los días, en cada momento. La vida es la suma de todo lo que nos circunda, y eso que nos rodea es lo que somos, es lo que reflejamos, ¿entonces es importante decidir quiénes, y qué nos circunda? ¡por supuesto!

Las decisiones no solo traen consecuencias, también ofrecen o limitan las posibilidades de nuevas decisiones. Hay decisiones que tienen tiempo y lugar, personas y sentimientos, hay decisiones democráticas y hay decisiones dictatoriales, y estoy hablando de nuestras vidas, esto no es un discurso político. Vencer el miedo a decidir, es un reto para personas que, como yo, quisiéramos no asumir riesgos, y no porque el miedo a errar nos ahuyente, sino, porque preferimos errar poco, y más, cuando de sentimientos estamos hablando. A correr riesgos estoy acostumbrado, podría decir que la vida me ha empujado a asumir varios, aún y cuando crea poco en las decisiones de la vida. Creo en mis decisiones, y en las de los demás, y creo aún más, en las que tomemos juntos, en las que se toman con el otro, el las que hay participación, en las que hay deliberación.

Hace un año tomé una decisión, y esa decisión me tiene hoy aquí, en un apartamento en medio de una ciudad hermosa, de un país que me ha adoptado con amabilidad y con millones de decisiones por tomar en cada momento, en cada esquina, en cada sorbo de té. He entendido que en ese juego que es la vida, escribirla es esencial, y sobre todo cuando se escribe con alguien. Me cuesta creer que nací solo para morir solo. Siento que necesito estar para alguien, que mis decisiones deben no solo beneficiarme, sino beneficiar a otro, de otra manera es ser egoísta, incluso egoísta conmigo mismo, esa individualidad existencial me aterra. Por eso la decisión de tener una maleta repleta de ganas, lista para salir conmigo a donde sea, con unos cuantos lápices de colores y algunas hojas vírgenes y el sacapuntas rosadito que el azar quiso que se quedara conmigo, es la mejor decisión que he tomado en años. No quiere decir que las decisiones anteriores pierdan valor, al contrario, las anteriores decisiones me permitieron estar hoy aquí, tomando las decisiones que hoy quiero asumir. En la vida no estamos obligados a nada, ni siquiera a cosas tan básicas y esenciales como respirar, amar o ser felices. Todas estas son decisiones libres, pero lo bonito de esto, es que seamos conscientes de tomarlas y no permitir que el piloto automático las asuma, y entonces dejemos de sentirlas. Pocas personas se despiertan cada día y toman la decisión de respirar, por ejemplo, eso es algo que ya está en ese piloto automático que nos aísla de los sentimientos más bonitos del día a día.

¿Café o jugos? ¿Pastas o carnes? ¿Sangría o gaseosa? ¿Brasil o Cartagena? ¿La rosada o la verde? ¿Los rojos o los azules? ¿Domicilio o restaurante? ¿Hoy o mañana? ¿2×1?

Tomé de decisión de no ponerle punto final a este escrito, porque me parece que aún esto, no termina, esto, apenas comienza …

 

Giovanni Acevedo

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