¿Nos educan para convivir con las diferencias?

Hace unos días iba en el carro con dos amigos hablando sobre el mal momento que debió vivir la pareja vulnerada y expuesta al escarnio publico gracias a las calumnias de un buen hombre dueño de la moral, y que, además, fue multada por los eficientes agentes de policía que atendieron el caso. ¿Por qué? por abrazarse en un Centro Comercial de Bogotá. La conversación nos llevó a reconocer algo que ya sabíamos pero que no habíamos conversado nunca con el rigor que estos temas demandan. No nos educan para respetar y convivir con lo que consideramos diferente. Si eres blanco, negro, gordo, pecoso, chaparro, de pelo rojo o de ojos verdes, no importa, siempre serás discriminado desde los primeros años en los que debemos relacionarnos con desconocidos, y desde entonces siempre habrá alguien que se sienta con la autoridad de señalarte y hacerte sentir que no encajas. Y esto no puede ser.

 

Uno cruza las puertas del colegio y de la casa, y se estrella de frente con un infinito de realidades de las que nunca nos hablaron. Nos encontramos con diferentes formas de vivir y de relacionarnos. Nos damos cuenta de  que no somos los únicos gordos, flacos, pecosos o con apellidos graciosos y, también, nos damos cuenta de que ser maricas es tan normal como no serlo. Pero esto en particular no es tan sencillo de aceptar para todos.  Yo no recuerdo una clase en mi colegio en la que hablaran sobre diversidad sexual. Nunca me enseñaron sobre las múltiples formas de amar y de conformar familias. Tampoco me que explicaron que todos tenemos las mismas libertades y que, por ningún motivo,debo ser discriminado.

 

 

La discriminación te puede llevar a extremos innecesarios y lamentables. En partes de África las personas con albinismo son discriminadas y perseguidas. Y es una situación tan alarmante que estas personas terminan aislándose y solo relacionándose con otros albinos para así preservar sus vidas. En Mauritania, también en África, el código penal establece pena de muerta a cualquier ciudadano que cometa actos homosexuales. Algo parecido pasa en Nigeria y en Somalía. En este lado del mundo las leyes no tienen estos alcances, pero los prejuicios y las creencias si son capaces de lograr hechos tan vergonzosos y tan lamentables como estos.  Pensar en una sociedad permisiva con el abuso y la discriminación me genera escalofríos. Salir a la calle y tener que actuar no como soy, sino como los otros quieren que actúe para preservar mi vida es algo que resulta absolutamente estúpido. ¿Qué hubiera pasado si al buen hombre no lo hubiera contenido la seguridad del centro comercial? ¿A qué centros comerciales debemos ir los que no tenemos prejuicios? ¿Qué pasa en la calle?

 

 

No podemos permitir, los que creemos en las libertades y respetamos la diversidad, que ahora salir a la calle sea un acto suicida. No podemos permitir que los que se creen dueños de la verdad y la moral nos acorralen en zonas para los discriminados. No podemos permitirnos vivir en la clandestinidad solo para no «incomodar» a los que no son capaces de comprender la realidad en la que vivimos, que no es otra, que una en la que no somos iguales y ese es una de nuestras mayores virtudes como humanos.  No podemos permitir tampoco que nuestra voz no se oiga.

 

Giovanni Acevedo.