Los gobiernos en el mundo se ven hoy enfrentados, sin duda, al reto más significativo de sus agendas. Difícil y gran compromiso si pensamos en los malabares que deberán realizar con tres enormes pelotas de cristal; identificar zonas rojas en sus territorios que registren focos de infección, crear estrategias para minimizar los contagios, y con la tercera, deberán minimizar también el impacto negativo en la economía. La prioridad en el orden de las pelotas modificará sustancialmente el resultado. Corea, China, Italia y España son botones de muestra.
La cosa se pone más compleja en la medida que los gobiernos no estén bien asesorados. No tengan fondos destinados a la atención de este tipo de reveses. No entiendan que la salud es un poco más importante que la economía y en la capacidad humana para atender todas las líneas de trabajo que se harán evidentes con el paso de los días.
Está claro que nadie estaba preparado para esto. Ningún presupuesto tenía contempladas estas variables tan complejas y además en combo; la emergencia sanitaria y la económica. ¿Podemos los colombianos con esto? Y… creería que sí. Pero no estoy muy seguro de cuánto tiempo y esfuerzo nos va a pedir.
El futuro inmediato en Colombia no es nada alentador (en realidad para ningún país de la región). Las decisiones que buscan no dejar ahogar nuestra economía tienen todas doble filo. Muy seguramente los impuestos se mantendrán, así posterguen el recaudo con la idea de aliviar el bolsillo mientras pasamos la cuarentena, en realidad lo que hacen es reprogramar la responsabilidad que muy seguramente será difícil de atender después de semanas de poca productividad. Si los empresarios no la tienen fácil, los de a pie la tienen peor. La informalidad en nuestro país es tan alta, que ningún decreto de emergencia podrá contener el desplome que se viene. La gente no va a tener dinero para cumplir con sus necesidades más básicas; mercado, salud y servicios públicos. Los que tengan ahorros para las vacaciones de fin de año, el cambio del carro o el semestre de la universidad tendrán que echar mano de ellos, lo que significa seguramente que el carro, las vacaciones y el semestre se verán embolatados para muchas familias.
Todo esto pondrá la chequera de los gobiernos en grandes aprietos. La economía débil significa menos recaudo. El petróleo por el piso significa menos ingresos. Las decisiones de apoyo económico a las personas naturales que muy seguramente las percibirán como subsidios, a las pequeñas y medianas y grandes empresas que las percibirán como préstamos especiales para inyectar liquidez significa mayor gasto. ¿Qué pasa cuando tenemos más gastos y menos ingresos? ¿A qué le van a recortar presupuesto nuestros gobernantes?
Veremos…
Giovanni Acevedo.