Oraré al paso insoportable de las horas, al suplicio horario del minutero. Ora, para que el tiempo sea más lento. Llevaré las horasábalas a colgar sobre las cuerdas y que ventilen las letras de mi tiempo: de mi tiempo dormido, del sudor de mi tiempo sobre la almohada, del tiempo que he soñado que miro horábulos horalando huruelos entre mis horasábalas. Todos traemos un aire que nos circunda el cuerpo, un halo sendo y largo que nos arropa bajo su manto; el aire que sin los ojos intérpretes de los hombres no vería recorrer sobre su lomo al tiempo, un jinete inventado de quien tan poco sabemos.

“La dimensión física que representa la sucesión de estados por los que pasa la materia” trae más preguntas que respuestas. Representar la materia y su sensibilidad tan esquiva a nuestros sentidos tan equivocados. Re-presentar. ¿Qué presentamos de nuevo que ya hayamos visto? ¿Hay algo anterior a la materia, a la sensibilidad de la punta de los dedos, de los trazos de las manos? Él escapa, se desliza, se diluye como el agua, como el viento, con el aire y con el viento. Buscamos atraparlo entre metáforas y darle cualidades materiales a lo invisible. Buscamos ubicarlo en una pared con manecillas y números, buscamos arrinconarlo en los tiempos de la burocracia y los recreos, en el tiempo de los semáforos y las salas de espera. Y allí ¿Quién espera? ¿El tiempo que se consume delante de una mujer juiciosamente sentada? ¿O la mujer que espera la sucesión de un estado a otro, es decir, poder dejar de estar sentada para levantarse y acercarse a quien la espera en un futuro?

El tiempo existe únicamente en la medida en que es el referente de otra cosa, no de sí mismo. Si pudiera, recostaría mi cabeza junto a la tuya durante años, y con paciencia, esperaría a que las uñas de tus dedos crecieran hasta tocar la punta de mi nariz. Esperaría a que tu cabello creciera tanto que yo ya podría imaginarme el rubor de tu estómago cuando te digo que te amo y sientes mariposas en el estómago. ¿Eres tú o tus mariposas las que me esperan? ¿Cuánto tiempo viven las mariposas en tu vientre? De qué color tan fuerte han de ser sus alas que colorean tus manos, ruborizan tu cara y me cierran los ojos. Si digo que es tu cabello el que avanza, y no el tiempo, si digo que son tus uñas las que crecen, y no el tiempo que pasa, ¿El tiempo se quedará quieto? O ¿Habrá un tiempo empujando desde el centro de tus manos a todas las células en dirección de la punta de tus dedos y otro mirando omnisciente cómo ocurre el mundo frente a sus ojos?

Oraré. oraré al tiempo que sin mayores vanidades parece habernos sometido a su embrujo. Está en todas partes, pero no lo vemos. Su materialidad se vuelve solo consciente cuando contamos los segundos y cronometramos los minutos. Luego pasamos de largo como si no existiera, pero allí está. Un junete inventado de quien tan poco sabemos y de quien tanto buscamos razonar. Los horábulos horalando huruelos entre las horasábalas, entre tus uñas y tus dedos. Horas y horas inventándose mientras miro cómo pasa el tiempo sobre tu cara que juro amar toda la vida. Tan lento es su paso y tan contundente su sentencia.