Fuente: Periódico Humanidad

Hace ya unos días se celebró un foro sobre sostenibilidad y movilidad urbana en el Parque Explora (Medellín, Colombia). Fue una sesión bastante nutritiva puesto que se pusieron sobre la mesa  diferentes criterios e ideas acerca de la necesidad de implementar -una vez por todas- una cultura sostenible en un área tan sensible como lo es el transporte.

Pero no solo fue eso. Durante este foro, uno de los participantes expresó lo siguiente:  ¿Necesitaremos un “pico y placa” para las empresas que contaminan?. Esta interrogante del todo muy interesante, sirvió para enfatizar el hecho de por una parte, cómo la industria puede llegar a ser un verdadero dolor de cabeza para la conservación de los recursos naturales y por otro lado, una gran aliada cuando la misma se compromete con el medio ambiente -y no solo como obra de marketing-.

Actualmente, el sector industrial enmarcado en el modelo de desarrollo actual, es la segunda causa de producción de GEI (gases de efecto invernadero), no solo por la generación de contaminación ambiental (emisiones atmosféricas traducidas en calentamiento global) sino también por la masiva destrucción de ecosistemas por medio de la deforestación y/o invasión de hábitats naturales y las consecuentes perdidas de especies. A nivel global, las emisiones relacionadas con uso de energía en el sector industrial superan el 19%.

Los efectos sobre el clima del planeta son irreversibles y se están volviendo ingobernables. Nuestra cultura climática es insana e insostenible. Consumimos 10 millones de barriles de petróleo por hora. Nuestro egoísmo nos está consumiendo. Y mientras tanto, el planeta se sigue calentando cada vez más y los recursos naturales se vuelven limitados. El cambio climático tiene una condición negativa y es que se autoacelera, es decir, impacta el planeta de una forma tal, que luego produce aún más calentamiento. ¿Una muestra de ello? El Fenómeno El Niño, que con una probabilidad casi del 80% viviremos en todo el mundo a finales del presente año, de seguro sumaría a la tendencia mundial general al aumento de temperaturas globales.

Organizaciones como WWF o Greenpeace, han ayudado a desvelar “sorpresas” y “misterios” detrás de enormes marcas comerciales sobre ecocidios que estas han realizado o siguen realizando. De igual forma, compañías de generación de energía o petroquímicas han sido acusadas públicamente de cometer danos irreparables a ecosistemas. Recordaremos el tan sentido caso del desastre ecológico en el Golfo de México producido por la BP (British Petroleum), en donde los efectos de este derrame fueron observados en unas 57 millas cuadradas, lo que equivale a unos 148 kilómetros cuadrados. La gran biodiversidad de la zona, se ha visto mermada casi a la mitad, por lo cual, las consecuencias de este nefasto accidente tardaran decenas de años en “recuperarse”.

Sin embargo, la idea de este artículo no es señalar con el dedo a las compañías contaminantes (por lo menos en estos momentos), sino más bien generar una reflexión -más que necesaria-. ¿Nuestro actual modelo de desarrollo consumista y devorador, podrá hacer un alto y revalorizar el sistema ambiental? ¿Podrá la realidad que estamos viviendo, hacer que entremos en razón?

A decir verdad, muchas industrias y empresas están comprendiendo esta posición global y se están anticipando a los nuevos retos de un planeta caliente y sobrepoblado: innovaciones con productos verdes, estrategias climáticas (filtros para evitar contaminación atmosférica, otros) relación y protección con comunidades locales, etc. Si bien, leyes ambientales y códigos de ética de responsabilidad social empresarial, están “presionando” en cierta forma a las compañías a ser más verdes, muchísimas otras empresas están afianzando el valor ecológico y poniendo el medioambiente en primer lugar.

Muchas de ellas han comprendido que, la mayor incidencia de eventos climáticos extremos influirá sobre decisiones que se tomen en relación a la infraestructura, producción o comercialización de sus productos y servicios. La humanidad ya posee el conocimiento científico y técnico, así como el know-how industrial para satisfacer las necesidades energéticas del mundo en los próximos cincuenta años y, al mismo tiempo, limitar drásticamente las emisiones de dióxido de carbono.

La respuesta de todo esto, es que las empresas -además de comprometerse por una cuestión moral-, sean eco-innovadoras para que sean competitivas en el mercado, pero sin dejar de un lado la preocupación por los temas medioambientales. La pregunta que debe hacerse una compañía al iniciarse en este campo, es ¿entiendo la vulnerabilidad que tiene mi empresa ante el cambio climático?. A partir de aquí, es fácil iniciar en la evaluación de riesgos y posteriormente en la identificación de oportunidades: medición de huella de carbono, reducción de emisiones y compensación de las mismas.

Ya para finalizar, no olvidemos que el sector privado desempeña un papel fundamental en la conservación de recursos naturales y por consecuencia, en la lucha climática, razón por la cual, las empresas tienen una responsabilidad y obligación de tomar las medidas necesarias para evitar mayores alteraciones al planeta Tierra. Es momento de asumir liderazgo.

“Cuando las generaciones futuras juzguen a las que vinieron antes respecto a temas ambientales, tal vez lleguen a la conclusión de que no sabían: evitemos pasar a la historia como las generaciones que sí sabían, pero no les importó”

Mikhail Gorbachev