“No basta saber, se debe también aplicar. No es suficiente querer, se debe también hacer”. Goethe
En la vida dejamos pasar muchas cosas. La naturaleza humana actúa junto al instinto y allí es cuando intuimos si quedarnos en silencio, hablar o actuar. Sin embargo pareciera que, a medida que pasa el tiempo nuestra “conformidad” ha ido más allá de nuestro mundo personal, y socialmente dejamos pasar situaciones importantes que nos afectan a todos.
¿Seguiremos cerrando los ojos ante las desastrosas acciones que cometemos en contra del entorno?. Graves escenarios de contaminación ambiental se han producido últimamente alrededor del mundo y la mayor parte de la población, pareciera acostumbrarse a ellos. A diario, vemos como los medios nos muestran situaciones escalofriantes sobre el desgaste de recursos naturales, incendios forestales, contaminaciones industriales, entre otros.
Sin irnos tan lejos, uno de los más recientes casos latinoamericanos ha sido el desastre ambiental ocurrido en el Rio Sonora (México) provocado por un derrame de 40.000 metros cúbicos de ácido sulfúrico en este importante cuerpo de agua ubicado en el noroeste del país, causando una altísima alerta ambiental y social en la zona. El accidente ha dejado a más de 20.000 personas sin suministro de agua. La pregunta que toca hacerse ahora es ¿La resiliencia del planeta, hasta cuándo aguantará?.
Hace poco tiempo, leía un artículo de opinión en el diario El País, el cual decía lo siguiente: “Las grietas de las paredes, por pequeñas que sean, pueden tener consecuencias graves. Ningún edificio está a salvo. Si en lugar de repararlas se deja que crezcan hasta que se declaren inhabitables, las familias tienen que mudarse a otra casa. La población de la Tierra no puede. Las casas, aunque caras, son reemplazables; el planeta no lo es.”
Somos causantes y al mismo tiempo víctimas al generar este “bullying” contra la naturaleza. Siendo el ser humano, el principal modificador de su entorno, nuestra responsabilidad es generar en él una actitud responsable respecto al tema del deterioro del ambiente. Esa actitud personal, comprometida con la salud ambiental, es de suma importancia y debe propiciarse de manera que puedan ser aplicadas en su entorno inmediato, propiciando participación ciudadana en la conservación y restauración de espacios verdes.
Si bien el medio ambiente ha sido siempre esencial para la vida, las preocupaciones acerca del equilibrio entre la vida humana y el entorno, alcanzaron dimensiones internacionales recién en la década de los años 50. A partir de ese entonces, la orgiástica dinámica de informaciones e investigaciones han sido más que suficientes para tomar acciones concretas en esta misma generación-si bien quedan algunos temas importantes aun por estudiar a fondo-. No podemos quedar como la generación que SUPO y no HIZO NADA por ayudar al planeta y salvarnos a nosotros mismos.
El hombre es un complemento del planeta, un elemento vital dentro de la esencia de la biodiversidad. Somos la especie capaz de cambiar nuestro modo de vida y proteger todo lo que se desenvuelve en un planeta cada vez más caliente y con un futuro incierto. La mitad de la población mundial tiene menos de 30 años y este grupo debe ser empoderado para construir resiliencia, para generar esperanza y construir acciones positivas.
No permitamos que la niñez y la juventud de hoy, se envicien de nuestra “miopía ecológica”…