Actualmente el planeta se encuentra una encrucijada en la que simplemente no se puede optar por el camino de no hacer nada y si bien es cierto que el planeta tiene una capacidad de auto-regulación, el daño actual es grave y sobrepasa los límites normales. El calentamiento antropogénico y el aumento del nivel del mar proseguirán durante siglos debido a la magnitud de las escalas de tiempo asociadas a los procesos y retro-efectos climáticos, incluso aunque se estabilicen las concentraciones de gases de efecto invernadero en un corto tiempo.
Lo que está ocurriendo ahora, va mucho más allá de aquella imagen del oso polar sobre un trocito pequeño de hielo, derritiéndose cada vez más y más. Recientes investigaciones globales afirman que actualmente el nivel de CO2 es un 40% mayor que los niveles preindustriales. Es el más alto desde la época del Plioceno (hace uno 3 millones de años) cuando el planeta estaba entre dos y tres grados más caliente, los casquetes polares eran mucho menores y el nivel mundial del mar era unos 20 metros más alto.
El cambio climático constituye una amenaza contra los elementos básicos de la vida humana en distintas partes del mundo: acceso al suministro de agua, producción de alimentos, salud, uso de las tierras y entorno. Según diversos estudios, los efectos más drásticos del cambio climático comenzarán en el año 2038. Sin lugar a dudas, este fenómeno global plantea una inminente amenaza a los habitantes de los países en desarrollo, quienes ya luchan por mantener su sustento y mejorar su calidad de vida.
Este fenómeno climático puede afectar muy gravemente el resultado de las iniciativas de desarrollo que buscan reducir la pobreza y en algunos casos podría anular completamente sus beneficios. Al mismo tiempo, los programas de desarrollo tienen el potencial de aumentar la resiliencia de las poblaciones, por esta razón, integrar o incorporar la adaptación al cambio climático en los programas para reducir la pobreza, puede aumentar el impacto de sostenibilidad de las iniciativas de desarrollo en sectores como el agua, la salud, la agricultura y en general, los medios de vida.
Las soluciones están a la vista: la “triple dimensión del cambio climático” es una de las estrategias más importantes que se deben llevar a cabo. Esta se basa en un ajuste de actividades enmarcadas en lo político, económico y ambiental, debido a que este fenómeno global no supone una alerta exclusivamente ecológica, sino que también implica gravísimas consecuencias sociales, políticas y económicas. El análisis de este fenómeno no puede estar completo, si no consideramos su triple dimensión. Se necesitan acciones urgentes no solo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, sino también para ayudar a los países a prepararse para un mundo con un clima drástico.
Para reducir emisiones de gases de efecto invernadero, será necesario que se produzca una transformación radical en la política energética, la innovación tecnológica, la gestión de recursos y los hábitos de consumo. Para el 2050, los países desarrollados deberán asumir responsabilidad por reducciones de emisiones entre un 60 y 80% de los niveles existentes en 1990.
El cambio climático es el desafío más importante de nuestra época, un problema global a largo plazo que incluye interacciones complejas entre procesos climatológicos, ambientales, económicos, sociales, políticos e institucionales. Los intentos de adaptarse y mitigar los impactos climáticos y los esfuerzos por promover un desarrollo sostenible comparten objetivos comunes, como el acceso a los recursos (llámese conocimientos), equidad en la distribución de los mismos y mecanismos de participación ciudadana, repartición del riesgo y capacidad de decisión para enfrentar situaciones de incertidumbre.
Las consecuencias de nuestras acciones presentes sobre los futuros cambios climáticos poseen largos tiempos de espera. Lo que hagamos ahora solamente tendrá un impacto ilimitado sobre el clima de los próximos 40 o 50 años y las medidas que se adopten en los próximos 10 o 20 años influirán profundamente sobre el clima de la segunda mitad del siglo actual y del siguiente.