“Y el tiempo vendrá en que los hombres miren a los asesinos de los animales como hoy miran a los asesinos de los hombres” : Leonardo Da Vinci

Me considero una persona tolerante, capaz de escuchar las opiniones de los demás -aunque difieran de la mía- y sobre todo, respetarlas. Tengo en cuenta que no toda la gente puede pensar como yo y por tal razón, para transformar este mundo vilmente amenazado, pienso que deberíamos empezar por eso: tolerarnos, escucharnos, respetarnos. Y como yo, sé que muchas personas hacen lo mismo. Tal vez tú que estás leyendo este artículo, te sientes identificado con esta representación.

La cosa se empieza a poner de color “hormiga” cuando surgen situaciones complicadas y difíciles de entender. Existe mucha crueldad en el mundo. Existe tanta, que uno comienza a preguntarse ¿cómo es posible que ocurran estas cosas? y te auto respondes y dices “no puedo tolerar esto”. Actualmente vivimos situaciones incomprensibles que cualquier ciudadano con “dos dedos de frente” rechazaría. Basta con ojear un diario, leer tuits o escuchar un noticiero para darse cuenta de que algo va mal con nuestro planeta -y esta vez no me refiero a circunstancias como el cambio climático o la contaminación ambiental-. Me refiero directamente al ser humano.

El maltrato en sí, es un acto imperdonable, sin embargo, la situación se vuelve más dolorosa cuando se trata de niños, mujeres, ancianos o animales. En este post quisiera dirigirme a estos últimos. Vemos como día a día, surgen episodios que demuestran la cobardía y la insensibilidad de los seres humanos hacia los animales. Pensamos que están allí para “obedecernos” o simplemente los vemos como una mercancía que debe tener un precio competitivo en el mercado.

Pero, ¿es que acaso se nos ha olvidado que nosotros los seres humanos, también somos animales?. Es cierto, se supone que somos la “elite inteligente” de entre todos ellos, pero nuestras acciones colectivas demuestran sinceramente lo contrario. Muy penoso y vergonzoso que en naciones de un mundo “civilizado” y en plena globalización, el maltrato animal se disfrace de cultura, arte o investigación: toreo, circos, zoológicos y acuarios, granjas industriales, laboratorios de pruebas…

La crueldad y el maltrato están asociados directamente a conductas violentas y racistas. Es obvio, quien maltrata a un animal puede hacerle daño también a un ser humano. Como sociedad, hemos demostrado una evidente involución en todo lo que respecta al entorno y al resto de los seres vivos. A mi modo de ver, la solución es muy sencilla y consiste en encontrar un punto de equilibrio entre lo moral y la cordura.  Llegar a ese clímax es lo más complicado de todo el camino.

Aquí es donde la ciudadanía tiene un control fundamental. No podemos ser cómplices de ningún tipo de maltrato. No podemos quedarnos callados ante la injusticia. Hagamos las cosas bien, hagamos las cosas de acuerdo a la ley. Seamos imaginativos. Usemos la creatividad para protestar, usemos la poesía para gritar, usemos el arte para exigir.

El maltrato animal es tan solo una consecuencia de la desconexión entre el hombre y el entorno. Si podemos trabajar de manera individual y colectiva en demostrar a los demás que los animales, las plantas, el sol, la luna, el agua, el suelo son vitales para nosotros, tal vez ese llamado toque la espina de políticos y sea tomado en cuenta.

En cada uno de nosotros está escrita la última palabra. Cada individuo está escribiendo con sus propias acciones parte de la historia de la vida. No seamos cómplices de lo que no debe ser.

Toca ser más sabios. Toca amar más. Toca ser más tolerantes. Toca respetar la vida de los demás…