“No puede haber desarrollo sostenible sin el desarrollo de energía sostenible”
Margot Wallström
Hace algún tiempo recuerdo haber leído en el libro “Caliente, plana y abarrotada” (escrito por Thomas Friedman, un reconocido experto en política y economía internacional), un fuerte llamado hacia los países pobres del mundo, los cuales según el autor, estos países jamás saldrán de la miseria si no cuentan con energía eléctrica. Hace un recorrido “tan vivo” por el continente africano, que uno siente como si uno estuviera allí, pisando los áridos suelos y compartiendo con las comunidades. De repente, hace una reflexión que, a mi parecer es vital: “¿Cómo sabremos que África como continente tiene alguna posibilidad d salir de forma sostenible de la pobreza? Mi sistema para medirlo es muy simple: será cuando vea a Angelina Jolie posando en una vasta extensión cubierta por paneles solares en Ghana o en un campo abarrotado de aerogeneradores en Zimbabwe”.
Y es que la energía representa uno de los ingredientes más importantes para crear sociedades sostenibles, sin dejar a un lado el crecimiento y el desarrollo de las mismas. La energía proporciona esa chispa de poder que las ciudades necesitan para la realización de las actividades que conocemos, incluso muchas de ellas tan banales que ni siquiera pensamos que gracias a la energía estamos subiendo por un ascensor o usando un computador (¿o acaso podemos usar nuestro portátil con gas?).
El crecimiento económico mundial de estas últimas décadas se ha hecho a expensas del ambiente. Es obvio como se ha antepuesto lo económico a lo ecológico y con ello se ha ocasionado un conjunto de problemas globales sin precedentes cuyas consecuencias serán muy graves para la disponibilidad futura de energía, agua y alimentos -si no son atendidos a tiempo-.
El consumo global de energía, aumentará por encima de un 40% entre el año 2006 y 2030, haciendo especial énfasis en las naciones desarrolladas. El 70% de la demanda energética global es consumida actualmente en las ciudades, donde la mitad del mundo vive y la cual aumentará sustancialmente para el año 2050, donde se prevé que más del 70% de las personas del mundo vivirán en ellas. Esta relación que existe entre el aumento demográfico y el uso de la energía, con una producción triple de CO2, denota como las inversiones en los sistemas energéticos, se han dirigido hacia sistemas de producción con un uso elevado de combustibles fósiles.
Nuestra economía y desarrollo se basan en la fósil-dependencia. ¡Detengámonos un segundo acá!. En la actualidad, más de 3.000 millones de personas en todo el mundo dependen de la “biomasa tradicional” o carbón como principales fuentes de energía y más de 1.400 millones de personas no tienen acceso a la energía moderna. Resulta necesario entonces, hacer un replanteamiento de cómo se obtiene, se utiliza y se conserva la energía y los recursos naturales: factores clave para frenar el cambio climático y alcanzar un crecimiento más sostenible.
Es tiempo de darle ese impulso que las energías renovables necesitan para ser las que suministran ese ingrediente básico a las ciudades del mundo (mientras más tiempo pase, más megaciudades tendremos, más energía necesitaremos y más contaminación generaremos). Esa disposición política y económica para hacer de las renovables, la nueva fuente de poder; recaerá en la presión ciudadana. ¡Las comunidades son las que tienen las respuestas en sus manos!.
Las energías alternativas como la energía eólica o la solar, las nuevas tecnologías ecológicas aplicadas (por ejemplo en la construcción de automóviles) y en general, las medidas tomadas en los hogares (como la eficiencia energética o el remplazo de bombillos ahorradores), son diferentes ejemplos de intervención energética para la adaptación al nuevo clima del planeta y la resiliencia de las nuevas sociedades.