Desde que entré por primera vez al venue de la COP-20, he sentido una mezcla inexplicable de sentimientos y querencias. Una parte de mí, dice que va a salir todo bien, que no es posible que este año termine sin un acuerdo climático. Pero, la otra parte de mí, me dice todo lo contrario. Me exijo a mí misma cada vez que camino por entre los salones, las salas de blogueo, las plenarias y uno que otro café; confianza y fortaleza.

Hace unas semanas, antes de llegar a Lima escribí un artículo sobre mi optimismo en estas negociaciones que se están dando actualmente, y, aunque sigo siendo optimista, cada día que pasa más me preocupa que a finales de este año, no veamos un acuerdo climático vinculante, transparente, equitativo y preciso, lo cual para la humanidad seria devastador.

¿Qué hay que hacer para lograr esto?

«La luz que ilumina las negociaciones del clima» Foto: Christiana Figueres

Es cierto. 20 años de negociaciones climáticas son tal vez demasiados para un mundo convulsionado como el nuestro, pero también es importante reconocer que en todo ese tiempo se dieron ciertos avances importantes y que cada vez que la ciencia hable, hará actuar a un político y cuando la sociedad lo haga -así como lo hizo en septiembre 2014 durante la Marcha del Clima en Nueva York-, diez políticos tendrán que actuar.

Tuve la experiencia de vivir una COP en el pasado y si tuviera que hacer una comparación con la que estoy viviendo en el presente tendría que decir, sin lugar a dudas que la participación social ha sido masiva. Desde la celebración de la Precop Social en Venezuela, pasando por el pabellón de grupos indígenas en la COP-20 y terminando nada más y nada menos que con una Cumbre de los Pueblos que, aunque es paralela a la UNFCCC, representa un punto importante en materia de ciudadanía y cambio climático.

Hemos visto cambios en todos estos años de historiografía de las COP, sin embargo no han sido suficientes para la avaricia del hombre que, aparentemente va más rápido que los acuerdos, decisiones y alianzas que demuestran las delegaciones y negociadores.

Esperar un resultado positivo de la COP-20 es más un imperativo moral que científico, político o económico. El cambio climático representa una lucha de todos y para todos. Está más que comprobado los impactos, efectos y consecuencias que tendrá el aumento de las temperaturas en todas las dimensiones del planeta.

Si los delegados y negociadores actúan con ética y conciencia, el financiamiento climático será aprobado, los mecanismos de adaptación y mitigación se impulsarán y los combustibles fósiles dejarán de ser una dependencia de las economías del mundo. Hace muchísimo tiempo, un famoso filósofo dijo que el hombre nunca tenía suficiente, si no tenía demasiado. Creo que es hora de dejar atrás 20 años de negociaciones inconclusas y sentar las bases de un nuevo dialogo abierto, transparente y equitativo. Dejemos de hablar y comencemos a actuar.

Espero que la COP-20 sea el principio del presente y el fin del pasado…