Pantalla emite el amanecer en Beijing para mostrar a sus ciudadanos. Hay tanta contaminación atmosférica en este país, que sus ciudadanos no pueden disfrutar de un “día soleado”.

La época de los años 70 daba por sentado el inicio de grandes cambios tecnológicos, científicos y plurales en áreas comunes de la vida de los habitantes del planeta Tierra. Era la época de avances en la actualización económica y social. El tema ambiental comenzaba a tomar espacios cada vez más importantes dentro de los sistemas políticos y financieros de los principales motores económicos del mundo. De acuerdo a la historiografía ambiental, el año 1972 representa un verdadero punto de inflexión para el ambientalismo moderno ya que en este año se celebraría el primer evento de carácter mundial auspiciada por la Organización de las Naciones Unidas para debatir sobre los problemas ambientales de aquella época. Este evento se conocería más tarde con el nombre de la Cumbre de Johannesburgo.

Sin embargo, a casi 50 años después de la realización de ese evento, hemos podido ser testigos de nuestra incompetencia por resolver las problemáticas que aquejan a nuestro planeta y más allá de eso, hemos incrementado el riesgo global con el surgimiento de nuevos y/o renovados problemas. Reuniones y más reuniones, convenios y más convenios, cumbres y más cumbres, y seguimos generando incertidumbre en la población mundial. Ciertamente serán las generaciones del futuro, quienes tengan que pagar por las consecuencias de nuestros actos egoístas, pero nuestra generación actual no se quedara muy atrás pues vemos como cada día surgen nuevos temores: tornados, tsunamis, huracanes, sequias extremas que a su vez, traerán mayores dificultades sociales: pobreza, falta de acceso a alimentos y agua potable, reducción de empleos e infraestructuras, mayor desigualdad de género, entre otros.

Llevo ya algunos años dedicándome al tema ambiental en los países de América Latina, con especial énfasis en la adaptación al cambio climático y, más allá de las dificultades técnicas y financieras que existen actualmente, pienso que el mayor desafío que tenemos frente a nosotros es un cambio radical de nuestra ética ciudadana, una transformación en la epistemología de las sociedades. Nuestra visión actual de modernidad y globalización, esta poquito a poco destruyendo las alternativas a un punto de partida ético. Si no somos capaces como humanidad, de abordar los problemas de una forma colectiva y funcional, pues creo que estaremos haciendo un trabajo en vano. Conectar a las personas que no tienen una pizca de interés por lo que pasa alrededor es un reto enorme que tenemos frente a nosotros.

Hace pocos días, escuchaba una conferencia de un respetado profesor que decía lo siguiente: “el planeta Tierra está en cuidados intensivos, casi cercano a la muerte. Sin embargo, tenemos frente a nosotros la medicina para sacar al planeta de ese estado casi terminal: la educación ambiental”. A mi modo de ver, no hubo palabras más sabias que esas.

Pienso y seguiré pensando, que la solución a esta crisis ecológica, social, política, cultural y económica que vivimos, implica trabajarla desde varias perspectivas: el entorno físico con base a la tecnología alternativa, el desarrollo individual y social con base a la educación y la dimensión política con base a la incidencia desde los derechos humanos.

Si somos capaces de adquirir una conducta más humana y transitar por el camino de una verdadera y necesaria evolución, seremos protagonistas de una revolución sin precedentes que dé prioridad a los principios éticos individuales y colectivos, recogiendo los pedazos de una sociedad casi destruida por la banalidad y egoísmo.