Los desastres antrópicos -ocurridos por las actividades humanas-, no son independientes de la crisis ambiental que estamos presenciando en la actualidad. De hecho, son una muestra de nuestra obvia desconexión con el entorno, con los ecosistemas y con los recursos naturales.

La frecuencia y magnitud de estos desastres que se están generando en el mundo, cada vez es más preocupante. De acuerdo al BID (2016), durante las décadas de 1960 y 1970, ocurrieron menos de 20 desastres, mientras que durante los años 2000, el promedio aumentó a 50 desastres por año. A medida que estos desastres se van generando, la vulnerabilidad en los sistemas socio-ecológicos es más evidente. Este proceso hace que las estrategias de gestión del riesgo sean cada vez más costosas.

Adaptación, la clave contra los riesgos

Aunque aún no se ha confirmado el vínculo científico entre el cambio climático y el aumento de los desastres, es cierto que las temperaturas van en aumento cada vez más, provocando que el impacto asociado a los desastres climáticos sea cada vez mayor en frecuencia y magnitud.

El cambio climático hace que las hipótesis relativas a la frecuencia y gravedad de las amenazas climáticas derivadas de la experiencia histórica dejen de ser una base fiable para la evaluación de riesgos a corto plazo. Si bien es cierto que la conciencia acerca de los riesgos climáticos ha aumentado notablemente, todavía a menudo las instituciones nacionales no están lo suficientemente preparadas para responder y prevenir los riesgos asociados a las nuevas y múltiples amenazas que afectan a distintos sectores. Esto se suma a una falta de claridad sobre mandatos y distribución del trabajo entre los distintos organismos y departamentos que se reparten las responsabilidades de la gestión de los riesgos de desastre.

El impacto que las amenazas climáticas, como sequías, inundaciones, ciclones, la subida del nivel del mar o las temperaturas extremas, ejercen sobre el desarrollo socioeconómico de una sociedad es enorme. Nos encontramos en un momento de cambio en la frecuencia, magnitud y duración de los fenómenos climáticos adversos. Por otra parte, ya está plenamente aceptada la idea de que las iniciativas orientadas a hacer frente a las condiciones climáticas que perjudican el desarrollo humano deben enmarcarse en una visión de desarrollo a largo plazo (PNUD, 2010).

 “Yo puedo permanecer en este ecosistema en la medida en que yo y las actividades que yo llevo a cabo, nos convirtamos en recursos y servicios para el ecosistemas, no viceversa”, Gustavo Wilches-Chaux

Desarrollo resiliente y bajo en carbono

Cuando hablamos de adaptación, nos referimos a prevención en el territorio. Decirlo suena fácil, sin embargo hacer que esta relación sea efectiva en temas económicos, sociales, culturales, ambientales y políticos, es el desafío mayor.

El apoyo financiero que reciben los gobiernos del mundo a través de fondos monetarios internacional, ayuda a establecer metas y acciones nacionales que favorezcan la promoción de un desarrollo resiliente y bajo en carbono, permitiendo implementar transformaciones eficaces a través de cambios regulatorios y reformas institucionales.

Un aumento de 1.5 grados en la temperatura media mundial, representa un riesgo directo e indirecto para los países del mundo. En las situaciones de emergencia, los grupos más vulnerables (los pobres, los ancianos, las mujeres y los niños) son los que más sufren de hambre y privaciones. La gestión de riesgos de desastres desempeñará una función cada vez mayor en la intervención respecto a los efectos del cambio climático en la seguridad alimentaria, seguridad hídrica, educación y otros factores que impactan directamente sobre el territorio.

La dinámica que representa el cambio climático, los riesgos y el desarrollo sostenible se puede resumir en este gráfico elaborado por el IPCC (Panel Intergubernamental DE Expertos sobre Cambio Climático), el cual demuestra cuáles son los riesgos asociados al cambio climático con una visión coherente a corto, medio y largo plazo.

De acuerdo a Xacata (2010), los dos termómetros que enmarcan las barras nos sirven de marco de referencia con respecto a la media de temperaturas de la época pre-industrial (el de la derecha) y a la media entre los años 1986-2005 (el de la izquierda). Luego están el conjunto de riesgos que está dividido en cinco grandes bloques: los riesgos para sistemas únicos y amenazados (los riesgos para ecosistemas privilegiados como los arrecifes de coral, los glaciares o lugares con una gran biodiversidad), los riesgos asociados a fenómenos meteorológicos extremos (todo aquello relacionado con olas de calor, incendios, riadas o inundaciones), los riesgos asociados con la distribución de los impactos (es decir, los riesgos con alcance reducido teniendo en cuenta factores geográficos, socioeconómicos y de otro tipo), los riesgos globales (a diferencia del anterior, se refiere a los riesgos con alcance global) y, por último, los riesgos asociados a acontecimientos a gran escala (que se refiere a los posibles puntos de inflexión o de no retorno en el proceso del cambio climático).

Referencias consultadas:

-BID (2016). Gestión de riesgos de desastres. Banco Interamericano de Desarrollo. Recopilado de: http://www.iadb.org/es/oficina-de-evaluacion-y-supervision/cambio-climatico-y-la-gestion-de-riesgo-de-desastres,18289.html

-PNUD (2010). Gestión del riesgo climático. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Recopilado de: file:///C:/Users/maria.rinaudo/Downloads/Reduccion-Gestion%20del%20Riesgo%20Climatico.pdf

-Xacata (2010). El gráfico que reúne todos los riesgos del cambio climático. Recopilado de: https://www.xataka.com/ecologia-y-naturaleza/el-grafico-que-reune-todos-los-riesgos-del-cambio-climatico