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Los más prácticos respondieron que un manual para construir botes. Otros acariciaron en silencio la posibilidad de llevar alguna revista “Play Boy”, o algún semanario deportivo con crucigrama y sopa de letras. Tocados por la ironía, algunos contestaron que se llevarían “Robinson Crusoe” y “Los viajes de Gulliver”, pues aprenderían cómo sobrevivir y comportarse con los isleños desconocidos. Los indecisos terminaron por afirmar que en caso de tener que escoger un solo libro preferían ahogarse en el naufragio. Los más vitalistas dijeron que ninguno, pues se dedicarían a paladear la brisa y hundir los pies en la arena a los besos del mar espumoso. Por supuesto esta imagen ilusoria de la vida – la isla desierta que nos libra de toda responsabilidad – se ha convertido en un fastidioso lugar común de reinado de belleza o foro de yahoo. Pero no deja de ser estratégica para averiguar el gusto más recóndito de los lectores. Comenten: tal vez algunos se regodeen escogiendo su libro o sus libros favoritos. Yo, por mi parte, ensayaré mi elección.
Mi difunto amigo Johann Rodríguez Bravo escogió los “Ensayos” de Montaigne, y acaso allá en el otro mundo debe estar paladeándolos. Ahí está todo, me dijo alguna vez (aspiremos, sin embargo, a encontrarnos con la Biblioteca de Babel de Borges, o por lo menos a que la biblioteca de San Pedro sea bastante nutrida). Me alegra pensar que Montaigne sea el abuelo del blog. El señor Miguel de la Montaña, como lo llamaba Quevedo, lo precursó hace ya casi quinientos años. Hasta ahora, en materia de comunicaciones, es el mejor invento del siglo XXI. Pongámonos a pensar en cómo a lo largo de la historia imperios y tiranías no han hecho otra cosa que aniquilar la individualidad. Pues bien, nada más individual que un blog, o un ensayo, sin otro fin que descubrirnos a nosotros mismos, que acaso seremos distintos mañana si enseñanzas nuevas modifican nuestra manera de ver. Montaigne, claro, pediría al blogger capacidad de paladear, de reflexionar, de decantar los pensamientos. Uno piensa tantas bobadas durante el día. Aunque no se espera del blogger que se concentre en sí mismo. Variamos cuando nos place y nos entregamos a la duda y a la incertidumbre, y a nuestra manera habitual que es la ignorancia.
Mi caso no es tan romántico como quedarse en una isla bañada por el Caribe. He tenido que regalar la mayoría de mis libros, por algo tan vulgar como una alergia que quizás se vincula con el paso del tiempo o la contaminación, o a un poco de aquí y otro poco de allá. Así, que he quedado con la poesía, libros de fotogragías, arte, cocina, en fin…
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Me voy con el filósofo de los bigotes lacios (entrañable, Nietzsche) y su *Así hablaba Zaratustra*; así es como el propio Federico nos describe esa hazaña, cima imbatible del pensamiento humano: *Entre mis escritos ocupa mi Zaratustra un lugar aparte. Con él he hecho a la humanidad el mayor regalo que hasta ahora ésta ha recibido. Este libro, dotado de una voz que atraviesa milenios, no es sólo el libro más elevado que existe. El auténtico libro del aire de alturas %u2013todo lo hecho *hombre* yace a enorme distancia por debajo de él%u2013 es también el libro más profundo, nacido de la riqueza más íntima de la verdad, un pozo inagotable al que ningún cubo desciende sin subir lleno de oro y de bondad*.
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yo llevaría toda mi biblioteca…. para echarle candela y que me vean
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Llevaría un millón de libros: llevaría de mi mano a quién día a día me susurra al oido tantos relatos e historias leídas
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Me llevaria mi portatil. Desde alli podria leer todos los libros…
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Yo me llevaria Don Quijote, aunque me mantendria mas bien en “paladear la brisa y hundir los pies en la arena a los besos del mar espumoso
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