Varias veces me he preguntado por qué Bogotá no ha tenido casi novelas fantásticas o de ciencia ficción. ¿Acaso se debe a la barrera visual de los cerros orientales? “El paisaje crea cultura”, sentenció Lezama Lima. Y a ratos los cerros interrumpen, detienen la fantasía óptica. Obligan a la rígida gravedad newtoniana. Desesperado por encontrar un paisaje inspirado de fantasías, pensé en irme con mi novia alguna temporada para los Llanos, mucho más allá de Villavicencio… Pero el solo peligro de toparme con la guerrilla o los paramilitares cercenó mi imaginación. Enfilé mis planes tal vez para Nueva York o Buenos Aires, donde el paisaje plano, con el mar o el río sin orillas, habían desatado toda clase de comics, diversidad de novelas fantásticas y de ciencia ficción. Me costaba imaginarme al Hombre Araña saltando del edificio Colpatria, pegándose a los edificos de Rosales y Chapinero Alto. Más trabajo me causaba plasmar naves espaciales estrellándose contra los cerros, o a dos villanos sitiando a la ciudad desde Monserrate y Guadalupe. Y si viniera alguna invasión extraterrestre que hiciera desaparecer la ciudad en instantes.
Lleno de ingenuidad por aquella hipótesis geográfica, dizque culpable de mi corta imaginación, asistí a un congreso de especialistas. “Hay algo curioso – dije en mi ponencia – al comprobar cómo en Colombia este género se ha cultivado sobre todo entre los escritores del Caribe, o con la presencia del mar”. Pero no tardé en soltar vi vaga conjetura para que me llovieran las críticas. Nada tienen que ver los cerros de Bogotá, “donde el verde es de todos los colores”, con la poca producción de ciencia ficción, me imputaron. El paisaje es provocación de emociones artísticas, pero no es arte en sí mismo, me aclaró un acalorado señor. Acaso se deba al ambiente politizado, donde los periodistas no hablan sino de la triste realidad de ministros, presidentes y candidatos. O tal vez a la poca estima en que se tiene a la ciencia: menos del 0.1 % del PIB se invierte para la innovación y la tecnología, añadió el organizador del evento. Cierto muchacho hizo notar cómo las mamás y los profesores, al ver a “sus” adolescentes imaginando naves espaciales o nuevas posibilidades científicas, se preguntan si están elevados, idos, los acusan de no servir para nada. ¡Cómo si fuéramos sirvientes! Por eso, añadió una muchacha, la fantasía sólo está reservada a los hombres libres.
Aprovecho para reiniciar estas discusiones con la programación que mi amigo Albio Martínez me ha compartido: Semana de la Ciencia Ficción, organizada por la Dirección Nacional de Bibliotecas, del 20 al 28 de septiembre en la Universidad Nacional sede Bogotá. El evento va a tener la participación de Antonio Mora Vélez, acaso uno de los únicos novelistas colombianos dedicados enteramente a la ciencia ficción. También de Campo Ricardo Burgos López, uno de los principales estudiosos del género en nuestro país, entre otros especialistas de la UNAL. El evento, además, incluirá Cine Foro, Tertulias, Lecturas de clásicos de la ciencia ficción y talleres de creación.
Más información en: http://axxon.com.ar/not/177/c-1770009.htm
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