Libertad es libertad, no igualdad o fraternidad o justicia o felicidad humana o conciencia tranquila.

Lo comprobamos una vez más leyendo "Mi fuga hacia la libertad", testimonio del policía John Pinchao sobre su secuestro de nueve años (1998–2007) sin proceso, sin juzgamiento alguno. Quienes lo privaron de su libertad enarbolan las banderas de la igualdad, de la justicia social, de la equidad económica y hasta de la "felicidad humana". Paradójico. Pinchao podía estar de acuerdo con sus doctrinas y hasta convertirse en uno de ellos, porque nació en la pobreza y se crió en uno de los recónditos barrios del sur de Bogotá que ya deben estar llegando hasta Pasto, pero frente a todas aquellas utopías (del griego, τόπος, lugar que no existe) prefirió lo concreto, el libre albedrío aun así siguiera siendo pobre.

¡Constantemente la historia nos presenta estas lecciones de libertad! Recientemente, no vayamos muy lejos, cierto presidente ofreció a sus compatriotas reducir el horario de trabajo a sólo seis horas al día, cantidad de subsidios y servicios gratuitos, eso sí, con tal de henchir su poder y perpetuarse. Pero el pueblo le dijo que NO.

 La libertad de Pinchao no hubiera sido completa si no hubiera escrito este libro, ya que el libro es el instrumento vital de la libertad humana. Acordémonos cuando se escapó y apareció de repente en la televisión: hablaba más que un perdido, relataba una y otra vez su fuga, desbordándose en palabras como es natural porque la libertad, entre otras cosas, consiste en ausencia de restricciones comunicativas o expresivas. Aquí en este libro depositó su testimonio en 239 páginas – sin duda con la ayuda de un "ghost writer" – que se leen en una o dos noches, como bebiendo agua.

Se me dirá cómo me atrevo a reseñar un libro que no es "literatura"… Yo respondo que la literatura tiene que alimentarse de estos testimonios, documentos para la futura historia, materia prima para alguna novela. Si José Eustasio Rivera viviera sin duda escribiría otra "Vorágine" con este argumento, claro, volviendo artístico el lenguaje. Por lo demás, los hechos hasta se desarrollan en el mismo escenario: en las selvas fluviales del Guaviare y el Vaupés; los campos de concentración en donde vivían los trabajadores de las caucharías son púas que cercan a los secuestrados; en vez de caucho, coca; legiones marchando en jornadas interminables debajo de árboles gigantescos que de noche platican y se hacen señas; Alicia es Ingrid. ¿Se los tragó la selva…?  

Hay pasajes de novela policiaca, aunque no contemos las tretas de su fuga y los intentos frustrados de la Betancourt. 

Otros pasajes  inspiran cuentos vampirescos. La palidez de los rostros de los guerrilleros asustan por la falta de sol, "pues no les llega en la selva donde permanecen la mayor parte del tiempo" (Pág., 49). Los afecta la LUZ, la luz solar, sí, ¡como a los vampiros! La oscuridad es tan espesa que, de noche, el intendente orinaba en la bota de un guerrillero puesto de guardia sin que éste lo viera. Así fue planeando su fuga…  

El tono de Pinchao no es de odio o resentimiento sino de serenidad. Acepta que en navidad y año nuevo bailaba apretadito con las guerrilleras al son de algún vallenato pegajoso – la música, la música que diluye todo el horror del mundo…

Los paisajes en un claro de la selva; los chigüiros de pelambre áspera; algún jaguar sigiloso; los rápidos de aquellos ríos gigantescos donde las canoas se destrozan y se hacen trizas de golpear conra las rocas, ah, lo extasiaban…  

Pinchao admite que se irritaba y hasta peleaba con sus compañeros de cautiverio porque él, señores, no es ningún angelito. Si hasta nos confesó que de bachiller iba a donde las putas después de hacer tareas en la biblioteca Luis Ángel Arango. Pero la "moralidad" de la guerrilla, por orden de sus "éticos" comandantes, no permitió la entrada de prostitutas a los campamentos y los mantuvo en la abstinencia sexual. ¿Nueve años sin probar mujer? Habrase visto mayor tortura…

El intendente Pinchao volvió a caminar pos las calles de su ciudad viendo los contrastes sociales, la competencia desleal, el capitalismo salvaje, cruzándose con limosneros, ricachones, borrachos, ministros, ejecutivos y todo los males que el comunismo señala, pero libre. Ahora  anda tan "Pinchao", con libro y todo….

En fin. Libertad es libertad, no igualdad o fraternidad o justicia o felicidad humana o conciencia tranquila.

Sebastián Pineda

 Lecturas complementarias: Isaiah Berlin, "Cuatro ensayos sobre la libertad" (Four Essays on Liberty, 1964)


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