"EL ENANO Y EL TRÉBOL"
Esta nouvelle o cuento largo, más que una historia con trama y contenido, urde, conspira se confabula en celebrar un festín del lenguaje. Aquí las palabras no están puestas tanto para comunicar como para deslizarse preñadas de sonoridad a través de una prosa sutilmente musical que rehuye del lenguaje hablado y ordinario. Hasta los nombres de los personajes suenan tan deliciosos que no necesitan emprender ninguna aventura; el puro sonido de sus nombres ya nos despierta la imaginación y los sentidos: Dudo y Soleica. Tripolina. La turruta Nananina. El enano Juan Bonaní con sus manitas mofletudas. El colombiano Ideogracias…
La trama y contenido de "El enano y el trébol" (porque toda literatura comunica algo) existe para homenajear a los maestros del lenguaje. El rancio bogotano Ideogracias discurre por las calles sin tiempo de Madrid – con pedazos del Siglo de Oro en una esquina, del siglo XIX en una cuadra – hablando con el enano Juan Bonaní sobre su ciudad neblinosa: – "Su merced conocerá sin duda a Don Rufino José Cuervo, filólogo santafereño y arrabalero residente en París, a quien Rubén Darío llamó prodigioso trabajador de infinitas pequeñeces trascendentalmente lexicográficas".
Repentinamente de lo más culto pasa a lo más escatológico – puerco, vulgar y cochino – tan típico de Quevedo, Góngora o Dante. ¿No recuerdan en "La divina Comedia" los pedos asquerosos arrojados a Virgilio en el infierno? ¿O las diarreas de don Pablos el Buscón de Quevedo? ¿O los insultos de don Luis de Góngora que aún harían sonrojar a una puta? Cualquier escritor que aspire a ser completo no debe olvidarse cómo todos defecamos y orinamos y que las groserías, de algún modo, dinamizan el idioma. Aquí en esa nouvelle de "El enano y el trébol" la tal Nananina se echa sus más densos pedos asfixiantes en las narices de Juan Bonaní, en sus más profundas aspiraciones.
Este enano proviene de Inglaterra y vivió en la corte de Felipe IV, el mismo rey mecenas de Velásquez y de Lope. Por cierto, Lope hasta compuso el epitafio del enano Bonaní, que reza:
"Tan pequeño yace aquí
El átomo Bonaní
Que no se sabe si yace"
Imagen tomada de ArteHistoria
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Hablemos sobre el autor de "El enano y el trébol". Se llamaba MIGUEL DE FRANCISCO y nació en Medellín en 1949 y murió en París (sin aguacero) en enero del 2006. Según Guido Tamayo, parecía "una versión fantasmal del fantasmal don Quijote cabalgando por el metro de París y Barcelona". A Europa se fue a vivir desde muy joven. Y hasta publicó libros en francés; de hecho, "El enano y el trébol" se editó primero en París en el 2005. A finales del 2007 sus amigos, después de su muerte, decidieron darlo a conocer entre el público colombiano. Entre uno de sus amigos, por suerte, se cuenta el editor de Mondadori, Alfonso Carvajal, quien preparó esta estupenda edición que leemos ahora.
A mi modo de ver, en Miguel de Francisco no encontramos un genio sino un Gran Escritor Menor. Espero se me entienda: es alguien que de antemano nos aclara que no pretenderá ir más allá de sus posibilidades, sino que simplemente se regodeará con lo que sabe y maneja. Perfecto. No pedimos nada más.
Sebastián Pineda
Posdata: enlazo esta entrada con varios ensayos al respecto de Miguel de Francisco
Ricardo Cano Gaviria: "Miguel vencido por el Ángel"
Luis Fayad: "Persecución de la señal poética"
Ignacio Ramírez: "Parábola de la dignidad"