"La duración de nuestras pasiones, como la de nuestra vida, no depende de nosotros".

"La comparación más justa que puede hacerse del amor es con la gripa: no tenemos más poder sobre el uno que sobre la otra, ya sea por su violencia o por su duración".

Estas son algunas de las "MÁXIMAS" de La Rochefoucauld, un moralista francés observador de la sociedad humana que se la pasaba en salones de damas aristocráticas, pesimista, flemático, burlón, agridulce, para quien ser optimista era de mal agüero. "Los hombres no vivirían mucho tiempo en sociedad si no se engañaran recíprocamente". La política, por la que todos los hombres se matan, nunca puede darnos la salud ni el reposo del espíritu. Por más libros que leamos y conocimientos y posgrados y doctorados adquiridos, añadía, siempre seremos inexpertos en el amor. 

La primera edición de sus "Máximas" se publicó en La Haya en 1664. La última edición publicada al menos en Colombia acaso sea la que tengo en mis manos: Editorial Universidad Eafit, Medellín, 2006. Se trata de una edición bilingüe, con la estupenda traducción de la poeta barranquillera Francia Elena Goenaga, quien no hace poco ganó el primer premio de traducción de poesía francesa. Porque se debe ser poeta al traducir a La Rouchefoucauld.  Estas máximas o aforismos tienen tan acendrada condensación de belleza y verdad que parecen poemas o casi haykus.

Las máximas nos hablan al oído y tienen el poder del Oráculo: "conócete a ti mismo". ¿Cómo, si no gracias a los refranes, practicamos algo de sabiduría? Y tanto los refranes como las máximas necesitan ser breves y rápidos a la mente, porque el mundo va de prisa.  Sin embargo tanto las máximas como los aforismos y los refranes dejan la sensación de una lagartija que, apenas la agarramos, escapa cómodamente dejando la cola en la mano del lector. "Morar en cada idea, un instante", decía nuestro aforista Nicolás Gómez Dávila, a quien lo odiaron los izquierdozos porque jamás simpatizó con ninguna revolución.

Los aforistas saben que todo, hasta la vida misma es una broma y una "mamadera de gallo" que no hay que tomarse muy en serio. ¡Si en unos añitos, unos más otros menos, todos estaremos tres metros bajo tierra o convertidos en ceniza! 

Por lo demás, la naturaleza es indiferente al bien y al mal: basta echar una ojeada al mundo para darnos cuenta que no hay nadie bueno ni malo en esencia.  Ni nada eterno.

La verdad pura, clara y prístina. ¿Dónde? Si ya persona quiere decir en latín máscara (del griego προς, o ωπος, cara), que indignación podemos sentir ante los cambios repentinos…? Seamos fieles, si acaso, a nuestros cambios y ondulaciones.   

 

"Son muy pocan las personas que no se avergüenzan cuando ya no se aman"

"Si resistimos a nuestras pasiones es más por la debilidad de éstas, que por nuestra fortaleza".

"Hay una especie de coquetería al hacer notar que nunca se coquetea".