Que la novela siga tan viva y gozando de excelente salud, pese a tantos intentos frustrados, y que siga siendo el género de la rebeldía espiritual por cuanto devela el mundo para crear otro artificial y gracioso, vuelve a ser verdadero en la novela "CHIQUITA", del escritor cubano de nombre cubanísimo, sí, Antonio Orlando Rodríguez.

Sin embargo, él no es el narrador sino el escribidor como diría Vargas Llosa, o el escribiente como diría Cervantes con Cide Hammete Benengeli, puesto quien narra esta novela es un viejo de La Habana, Cándido Olazábal, a quien Antonio Orlando Rodríguez escucha contar la historia de uno de los seres más curiosos que haya existido jamás sobre la faz de la tierra: la diminuta bailarina cubana Espiridiona Cenda, más conocida como Chiquita por sus un poco más de cincuenta centímetros de estatura. Existió en nuestro mundo material, tal como lo atestiguan las fotografías anexadas al final de la novela. Aquí pongo una.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nadie había contado en una novela la vida de esta curiosa  bailarina, hasta que Antonio Orlando decidió hacerlo armado de una grabadora para registrar la narración oral del viejo Cándido, que la conoció ya vieja en el Nueva York. 

Desde el preámbulo ya nos captura esta novela, que en el primer capítulo  arranca contándonos cómo fue el nacimiento de Chiquita en la ciudad de Matanzas, Cuba, en 1869, hasta sus aventuras como bailarina  diminuta en Nueva York y París.

Se necesita de muchos pulmones para sumergirse en el mundo de aquella época sin perder el oxigeno y la temperatura novelesca,  pero sobre todo se necesita de mucha ternura y espíritu infantil para asumir el cuerpo y la visión de una mujer chiquita de poco menos de 60 centímetros. Y aquí radica el éxito de Antonio Orlando: sus relatos infantiles, "El rock de la momia", "Mi bicicleta es un hada" y "¡Qué extraños son los terrícolas", de algún modo lo preparaban para "CHIQUITA", acaso su obra cumbre. A veces se siente, mientras leemos, el grado irónico-infantil tan propio de los cuentos de Oscar Wilde.

Hay, como en toda gran obra, resonancias de otras grandes obras. De "Cien años de soledad" encuentro, por ejemplo, parecidos en el hecho de que Matanzas, como todos los pueblos del Caribe, es similar a Macondo en su vida provinciana, en la visita de gentes exóticas como aristócratas rusos y camellos del Sahara. Hay también aires de la novela "Bomarzo" por cuanto el duque Vicino Orsini, dibujado por el novelista Mujica Lainez, también es anormal, jorabado y cojo y debe abrirse paso por la vida a punta de perversidad e inteligencia.  

¿Pero saben cuál es la principal influencia de esta novela? PULGARCITO. Así de sencillo. Lo registra la misma novela en la página 123, poco después de que Chiquita pierda su virginidad de un modo bastante gracioso que no contaré por acá. A menudo la creación se explica a sí misma. Cito:

"Por fin comprendía, al cabo de tantos años, por qué el astuto Pulgarcito no había vacilado en engañar al ogro para que decapitara a sus siete hijas. Exactamente por el mismo motivo que ella había sacrificado su virgo… por la imperiosa necesidad de sobrevivir en un mundo duro y hostil, en el que todos se arrogaban el derecho de vapulear a los pequeños".

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Sebastián Pineda