Pese a la envolvente prosa de los ensayos y artículos de opinión de William Ospina, en donde expone sus ideas como en sonoros períodos rítmicos, criticando sin herir y capaz de convencer por su sintaxis de suntuosa irregularidad, dejando al lector conmovido con la belleza de su forma, sí, a despecho de su prosa plástica que abre sus narraciones con largos brochazos coloridos, no sé por qué diablos desfallezco a mitad de sus novelas, no sé por qué coños no he podido terminarme «Ursúa» ni «El país de la canela».
¿Será por qué una novela más que buena prosa necesita una trama con suspenso, con «thriller» que llaman…? La prosa de «Don Quijote» es incluso descolorida, tosca, pero a Cervantes le importaba un comino por la fuerza de su argumento…
Las dos novelas de William Ospina se internan en la conquista en busca de estética para describir a sus anchas un paisaje desnudo de ciudades por donde hormiguean horlas de conquistadores y conquistados. Sus imágenes están como sacadas de esa gran película del director alemán W. Herzog, «Aguirre o la ira de Dios». Hasta traza mapas verbales, dibujando relieves y ríos con su prosa solemne. Su narrador a veces hasta cobra un tono de chamán, sin atreverse a chistear o a bromear, elevadísimo… Me parece, me lo reconfirmarán ustedes, que en las novelas de William importa más el paisaje que las pasiones de los hombres, más un accidente geográfico que la psicología de los protogonistas. Aunque merecen leerse por su excelente prosa…
Primer capítulo de «El país de la canela»: http://www.elespectador.com/impreso/cultura/articuloimpreso43253-el-pais-de-canela