Le Clézio es ilegible. Doris Lessing sólo ha escrito un libro decente en 40 años. Darío Fo, simplemente rídiculo. ¿El último Premio Nobel merecido?: Harold Pinter, una voz auténtica. Y José Saramago, con quien he discutido porque es un estalinista que se hizo expulsar de Israel al denunciar que se había creado un nuevo Auschwitz en Gaza. Se lo deberían dar a Cormac McCarthy, que me encanta. Salinger se olvidará.
 
Así ha opinado el gran crítico Harold Bloom sobre literatura contemporánea. Convaleciente en un apartamento de Manhattan, Bloom ofreció una entrevista para el diario italiano Il Corrieri della Sera («Il lamento di Bloom»: http://www.corriere.it/cultura/09_marzo_05/farkas_bloom2_92bb178a-09d1-11de-84bf-00144f02aabc.shtml).

Bloom lamenta los desaciertos de la academia sueca con los últimos premios Nóbel. Los críticos deberían intentar ser como Borges: lectores hedónicos. «Si un libro no posee esplendor estético, fuerza cognoscitiva y auténtica originalidad, no vale la pena leerlo». «La literatura – añade Bloom – es una epifania individual y no debe tener ningún valor de redención social y política». ¿Acaso no fue su «compromiso» con el Tercer Mundo por lo que premiaron a Le Clèzio? Así, pues, este enfoque estético de la literatura defendido por Bloom resulta muchas veces rechazado por torpes académicos de ambos lados del Atlántico, regidos por teorías que desconocen la individualidad del escritor como el feminismo, el marxismo y el posestructuralismo. Desde 1968, se queja Bloom, se ha introducido una falsa contracultura – «políticamente correcta» – que busca salvar el mundo con falsas reeinvindicaciones. La madurez del espíritu nos llega – creo haber leído en Gómez Dávila – cuando sabemos que no estamos encargados del mundo.
 
Bloom detesta a J.K. Rowling, la autora de «Harry Potter», digan lo que digan sus 35 millones de fans (vean su artículo «Can 35 Million Book Buyers Be Wrong? Yes»: http://wrt-brooke.syr.edu/courses/205.03/bloom.html

 Tampoco simpatiza con Stephen King. En cambio, ama a Cormac McCarthy («Meridiano de sangre es un libro extraordinario »), a Philip Roth y a Thomas Pynchon.
 
¿Bastante severo? (Troppo severo?), le indaga el periodista italiano. Pero Bloom responde: «la crítica no puede ser impersonal. Al contrario de T. S. Elliot, pienso que debe ser personal, appassionata y visceral».
 
Ese apasionamiento, sin embargo, le ha causado ciertos problemas. En 2004 una alumna suya de Yale lo acusó de acoso sexual, según él, sólo con la intención de destruirlo y compararlo con Drácula – lo que para un admirador de Bram Stoker resulta todo un honor. 
 
¿Su relación con Dios?, acaba por preguntarle el diario italiano. «No puedo entender un Dios poderoso y omnisciente que ha permitido Auschwitz y la esquizofrenia», réplica Bloom.

Dios cruel ese de los judeocristianos que entre los árabes llaman Ala.
 
Sebastian Pineda