El presidente Hugo Rafael aprovechó en su columna de ayer, «Las líneas deChávez», después de parrafadas cargadas de odio contra sus adversarios de Colombia, para congratularse con William Ospina por el Premio Rómulo Gallegos y, por ser, según él, otro tipo de colombiano.
«Por cierto, hoy domingo estará recibiendo en Caracas el prestigioso Premio de Novela Rómulo Gallegos, el escritor colombiano William Ospina, por su novela El país de la canela. Ospina es una gran conciencia colombiana y nuestroamericana, una de las voces mayores de la otra Colombia, esto es, la verdadera, la digna, la mayoritaria, la hermana. Queremos recordar un conmovedor poema suyo titulado 9 de noviembre de 1948 –forma parte de su libro ¿Con quién habla Virginia caminando hacia el agua? (1995)–, que constituye el mejor de los homenajes a Gaitán. Y lo hacemos como una declaración de amor fraterno al pueblo colombiano y como una reafirmación de nuestra solidaridad con la causa de la paz» ( http://www.abn.info.ve/noticia.php?articulo=193160&lee=15)
Citando sin orden ni concierto el poema sobre Gaitán, Chávez se cuelga de allí para alimentar su odio y su resentimiento. Voy a citar bien el extracto del poema. Primero, no se llama «9 de noviembre» sino «9 de abril de 1948». Y dice:
» (…) Para entender esta pasión inmensa / que iba de pecho en pecho, de grito en grito, / debes saber de siglos de vergüenza, / de indios educados por los blancos, / de llagados esclavos que vivieron a solas / sus meses de agonía / debes saber de dioses vivos que caían, / de dioses muertos que triunfaban / del cansancio infinito de vivir en el mundo / sin amor por el mundo, / de la torpeza de unas castas tristes / que intrigan, hieren y ebriamente humillan / mas no saben ser dignas de su suelo y su cielo…»
Esos dos últimos versos me encantan. Sin duda, la sensibilidad poética de Ospina palpa una contradicción muy curiosa: y es que son tan resentidos y acomplejados los que inclinan la cabeza y la cerviz como los que humillan y gritan y desprecian.
Por fortuna, William Ospina lo dejó en claro ayer en caracas, en el mismo corazón del más furioso chavismo. No estuvo el susodicho – que en el fondo debe despreciar a los intelectuales. Porque los poderosos, por más enemigos que parezcan, se unen para despreciar al trabajador del espíritu, decía Cicerón. No más a Fernando Báez, el antiguo director de la Biblioteca Nacional de Caracas, lo echaron por atreverse a cuestionar que los fondos de la biblioteca no deberían desviarse haciaCuba. Pero bueno eso es otra historia.
Lo cierto es que William Ospina volvió a recalcar en su discurso – sorteando esos puntudas puntas o resbalosas cáscaras bananeras de las Repúblicas – que el resentimiento no conduce a nada. Que si él valora a los pueblos indígenas, no por eso desprecia o humilla a los blancos. Que el discurso racial no tiene bases científicas. Que, como decía Alfonso Reyes, compartimos una misma cultura y civilización con Europa y Occidente, que lo que nos debe distinguir es la óptica y el enfoque de nuestra inteligencia, la capacidad de síntesis. En fin, que él valora a los Uwa, pero también ama a los conquistadores españoles. Porque esos conquistadores no son España sino también nuestros antepasados. Que somos el conquistador y el conquistado. Y, en el fondo, como que quería decir con Fernando González, el Brujo de Otraparte, que si a cambio de Estados Unidos (que está en nuestro hemisferio y también es América) Chávez prefiere a Rusia y a los árabes ortodoxos, pues no hace sino cambiar de amo. «Quien es esclavo por dentro concibe la libertad como cambio de amo». En fin, dijo William, hay que liberarnos de complejos. Aquí algunos extractos de su disurso:
«Nos ha tocado el curioso destino de deplorar la conquista en la lengua que ésta nos dejó. Pero tampoco es ya la lengua que trajeron los conquistadores (…) el castellano se ha enriquecido en 500 años de vida en América y ha forjado aquí una de sus más bellas músicas. «Nadie puede negar que nunca sonó tan bella esa música como en los labios de ese indio nicaragüense que se llamó Rubén Darío».
«Es necesario reafirmarnos en nuestra condición de europeos enriquecida por indígenas y negros. Nuestra inteligencia europea está poblada de los atajos indígenas, del realismo mágico (…) el choque entre conquistadores e indígenas «pudo resolverse en odio y amargura si no hubiera llegado esa honda alegría de los hijos de Africa. Nadie como ellos nos ha enseñado a perdonar, a entrar en el futuro sin resentimientos».