– Es natural que tras 8 años bajo el mismo régimen alguna gente sea esencialmente reaccionaria. Se han tomado demasiado en serio la «seguridad democrática». Es lo que pasa siempre: se señala un hecho; después se le acepta como una fatalidad; al fin se convierte en bandera. Como un día se descubrieron los falsos positivos, la bandera de la seguridad democrática, más o menos descolorida, ahora apenas ondea. El viento ya no sopla a su favor. Ya no sopla por el lado del miedo sino de la esperanza.
 
– Miedo y esperanza son lo mismo en su génesis de servidumbre. No hay nada que no se consiga sino peleando: eso es lo originario desde Caín y Abel hasta Chávez y Uribe. Así de sencillo. Negar esta verdad es ser demasiado ingenuo. Además, de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno.
 
– Pero sin esperanza no vamos a ninguna parte. La humanidad sería incapaz de mejorar si no hay optimistas y buenas intenciones. Hay que mezclar el entusiasmo con el sentido común, eso es todo. Además, la mejor arma es aquella que no necesita disparar: la educación.
 
– No es suficiente. Entre los educadores hay muchos mercachifles de oficio. La seguridad democrática está mal en su forma, pero bien en su fondo.
 
 – Forma y fondo no se pueden pensar por separado. La forma es el fondo y viceversa. De ahí la legalidad democrática.
 
,..(Entran otros en escena).
 
– ¿»Mejor es posible»?
 
– Eso es como decir «más mejor» ¿no? Lingüísticamente reprochable.
 
– «Por una Colombia justa», «Por la justicia social»
 
– Políticamente correcto, sí, pero demasiado utópico. Sin pobres ningún régimen político se tendría en pie. Y ningún político va a querer dejar de agarrar el bate por el mango.
 
  – Bueno. Seamos amigos. Tomémonos un guaro.

 – Pero hay ley seca. 

– ¡Qué importa! El atajo

– No, sí, no: legalidad democrática.
– ….
– Si gano yo y pierdes tú, prometo no ser jactansiosa
 
– Si pierdo yo y ganas tú, prometo no ser resentido.

 

*Imagen: «L´urne et le fusil». Gravure de M. L. Bosredon, 1848