Nada. La política y la intelectualidad son dos dimensiones de la existencia humana TOTALMENTE DIFERENTES. No de otra forma podría uno explicarse porqué ninguno, del 95 % de los columnistas de opinión, acertó o convenció a la mayoría en las elecciones pasadas. «Ahh». dirán: «porque el pueblo no lee, porque no son intelectuales». La respuesta va más allá… 

Alarmado por la cantidad de intelectuales colombianos que militaron y quedaron defraudados en el MRL, el movimiento político fundado por Alfonso López Michelsen, DANILO CRUZ VÉLEZ concibió «EL MITO DEL REY FILÓSOFO» (1987), un tratado riguroso empeñado en desmentir la ficción según la cual mediante la filosofía se puede aplicar una política justa y angelical. Cierta aparatosa derrota, en efecto, no hace sino recordar  la necia utopía que aún persiste desde Platón: el sueño de los filósofos gobernantes.

Necia mentira. Porque de la teoría a la praxis distan abismos espantosos. Una cosa es una columna de opinión, el facebook de cristal, las canciones, los discursos, y otra cosa es lo que llamamos práctica, praxis, realidad palpable y sonante. El intelectual  se limita a observar la sociedad.  La actitud del político, en cambio, es fundamentalmente operativa: su intención consiste en negociar con el gobierno establecido, con las clases sociales, con los grupos de interés y presión, comprando, vendieno, ofreciendo, repartiendo. El tome y dame.

«Todo esto es de sobra evidente», dijo Danilo Cruz Vélez. «¿En qué se funda entonces la obstinada y persistente confusión de la filosofía con la política? El fundamento hay que buscarlo en el hecho de que tanto el saber filosófico sobre lo político como el saber que guía al político en su actividad se refieren a lo mismo. Pero aquí cabe recordar el dicho de Terencio:¨Cuando dos hacen lo mismo, no por ello es lo mismo¨. Ambos tienen a la vista la misma realidad, pero apuntando cada uno a un blanco diferente dentro de ella. Esto es lo que da origen al campo de ambigüedades en que se mueve la confusión de la filosofía con la política. De suerte que, si se quiere resolverla, es necesario trazar una línea divisoria entre estos dos campos totalmente heterógeneos de la actividad humana».   

Danilo Cruz Vélez no dio ningún ejemplo colombiano en su libro (acaso una de las mejores obras filosóficas que haya escrito colombiano alguno) contra esta falsa utopía en la que hasta Platón, al final de su vida, logró desengañarse cuando fracasó al gobernar al lado del rey de Siracusa, y nada consiguió.

Perderé muchos amigos. Pero tengo que decirlo. Más vale desengañarnos a tiempo de la convicción, soberbia o ingenua, de que sólo mediante la educación y la cultura se podrá organizar adecuadamente la coexistencia de los colombianos y de que mientras ellos, los profesores, no se dediquen a la política no se podrán remediar los males del estado.

La sensatez nos llega cuando sabemos que no estamos encargados del mundo.