Hoy google ha decorado su símbolo con un retrato de Frida Khalo, para celebrar su cumpleaños. Frida nació en México el 6 de julio de 1907 bajo el signo Cáncer, un signo astral dominado por la luna.Si hubiera vivido en alguna cultura arcana Frida hubiese sido una suerte de sacerdotisa lunar, sentimental, sensible, sensitiva. Sin ser madre (perdió a su hijo en el embarazo) fue demasiado maternalista. Se echó a cuestas el peso de Diego Rivera, un niño regordete que jugaba a pintor de murales y a cantante de rancheras. Machista. Mexicano. Ese matrimonio tormentoso (pero así son los artistas y así, con todo, duraron hasta la muerte) lo tenemos latente por la brillante interpretación de Salma Hayek y Alfred Molina en la película de 2002, «Frida», dirigida por Julie Taymor.
La escena más colorida y plástica de ese filme es también la más trágica. Frida, de joven estudiante de Bellas Artes, va montada en un bus que de súbito colisiona contra un puesto de frutas o de flores, no recuerdo; en todo caso, el golpe que recibe en su espalda y que hace su columna añicos la deja, literalamente, viendo estrellitas, ácaros o pétalos de florez o alas de mariposas que revolotean en una multitud de colores, detenidos en la cámara lenta para insistir en la belleza de la escena que no hace sino profundizar su sensación de dolor, de un dolor impresionante que jamás la abandonara.
Frida bebió en las fuentes del surrealismo, el cual, a su vez, se nutre de la antropología indígena, del arte mesoamericano. Picasso, según dicen, se inspiró para su cuadro «Las señoritas de Avignon» viendo máscaras africanas en el museo Trocadero de París. Es decir, el arte contemporáneo implica de suyo una óptica distinta; cambiar de visión, dejar de mirarnos nuestro propio ombligo.
¿Qué manifiestan los autorretratos de Frida? Expresan ferocidad, desgarramiento.Deslumbran. Nos erizan el espinazo, ese espinazo que ella tenía lesionado, curvado, partido. Ella misma se pinta con tintes tragicómicos, de caricatura tremebunda y burlona para reírse de su propio dolor. A veces se dibuja gigantesca u oscura. Se admite monstruosa y hasta acusa el poblamiento de sus cejas como otro bigote sobre sus ojos. Un boso de lulo sombrea su boca. Pálida a veces Triste casi siempre.
La  técnica pictórica del autorretrato nació con la modernidad. Del autoconocimiento. De la escrutación de nuestro propio ser. Con el Renacimiento aparecieron los primeros autoretratos, sí, los de Durero (el de la Melancolía), los de de Lorenzo Lotto, los de Rafael, los de Rubens, los de de Velásquez, los de Rembrandt, el oscuro… Los autorretratos no son vanidad como pensarían los imbéciles. Porque cada uno de nosotros se ve a sí mismo en los demás. Somos ecos, reverberaciones cambiantes.