«Esos señores piensan que la voluntad
del pueblo es la opinión de ellos, sin saber que en Colombia el pueblo
está en el ejército, porque realmente está y porque ha conquistado este
pueblo de mano de los tiranos; porque además es el pueblo que quiere,
el pueblo que obra y el pueblo que puede; todo lo demás es gente que
vegeta con más o menos malignidad, o con más o menos patriotismo, pero
todos sin ningún derecho a ser otra cosa que ciudadanos pasivos. Esta
política, que ciertamente no es la de Rousseau, al fin será necesario
desenvolverla para que no nos vuelvan a perder esos señores. Piensan
esos caballeros que Colombia está cubierta de lanudos, arropados en las
chimeneas de Bogotá, Tunja y Pamplona. No han echado sus miradas sobre
los caribes del Orinoco, sobre los pastores del Apure, sobre los
marineros de Maracaibo, sobre los bogas del Magdalena, sobre los
bandidos del Patía, sobre los indómitos pastusos, sobre los guajibos de
Casanare y sobre todas las hordas salvajes de África y América que,
como gamos, recorren las soledades de Colombia. ¿No le parece a usted,
mi querido Santander, que esos legisladores, más ignorantes que malos,
y más presuntuosos que ambiciosos, nos van a conducir a la anarquía, y
después a la tiranía, y siempre a la ruina? Yo lo creo así y estoy
cierto de ello. De suerte que si no son los que completan nuestro
exterminio, serán los suaves filósofos de la legitimada Colombia
».
[«Carta de Bolívar a Santander, del 13 de junio de 1821», en Cartas de Bolívar, 1799 a 1822, París-Buenos Aires, Editorial Louis-Michaud, 1911].

Interpretaciones:

¿A qué se refería Bolívar en esta carta? Quisiera
pensar que advertía la confusión entre la
intelectualidad
(que es pasiva) con la política (que es activa), error que tanto ha
perjudicado a Colombia. No quiero creer que odiara a los «intelectuales» o columnistas de opinión cuando
pocos como él habían leído
tantos libros y manejaban con tanta maestría el idioma. Pero la rabia con la que se refiere a los
cachacos del altiplano
bogotano, a quienes no pertenecen a su ejército y se dedican a la vida contemplativa, me hace pensar en otra cosa. Digamos que si Bolívar viviera en
estos tiempos, ¿detestaría a El Tiempo, El Espectador,
Semana y La Silla Vacía? ¿Odiaría a las altas Cortes? Bolívar no ignoraba que política y retórica son como uña y mugre. Tampoco era tan
ingenuo como para no saber que, a pesar de la ley del más fuerte, termina por
gobernar quien tenga el poder de la palabra y de la prensa. ¿Que quería
entonces: alfabetizar y fundar periódicos en todas las provincias de
Colombia?
Nada de eso hizo, por cierto…

Quizá
nadie como Bolívar ha sido tantas veces biografiado y sobreinterpretado
y hasta exhumado, el pobre. Pero la historia no miente: el señorito caraqueño dueño de un verbo prodigioso
y autor de esa Carta de Jamaica,
terminó por detestar a los letrados que no hacían parte de su ejército. Despreció a Andrés Bello y se enemistó con él
desde muy joven. Ahora hay hoy un señor en Caracas que dice ser su
reencarnación y quiere asociarlo con el marxismo (Laureano Gómez, al
contrario, lo asociaba con el conservadurismo). Pero en este punto tampoco la
historia miente. En 1858 Karl Marx escribe sobre un tal
Bolívar, a quien llama «el canalla más cobarde, brutal y miserable». Y
agrega:
«La fuerza creadora de los mitos, característica de la fantasía
popular, en todas las épocas ha probado su eficacia inventando grandes
hombres. El ejemplo más notable de este tipo es, sin duda, el de Simón
Bolívar»

Lo
paradójico es que esa misma fantasía popular ha creado el mito de un
marxismo redentor y preocupado por Latinoamérica, cuando Marx y su
amiguito Engels miraban por encima del hombro, desdeñosos, todo lo que
oliera a España, a toros y a trópico. No hay consuelos en la historia.
Tampoco en la filosofía. Aunque los políticos sigan engañándonos con
promesas, dádivas o brutales aplacamientos. 

Fuentes:

Marx escribió sobre Bolívar para el New Yor Tribune
en 1858. Más tarde su artículo fue reproducido en «Revolution in Spain»
(Nueva York, 1939). De allí provienen todas las versiones posteriores. 

 
De
la enemistad de Bolívar con el gran gramático venezolano y autor de
nuestro moderno «Código Civil», puede
leerse el completo libro de Iván Jaksic: «Andrés Bello. La pasión por
el orden» (2007