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“La planta de la coca recibe su nombre de la palabra aymará khoka que significa árbol. Las mejillas hinchadas del consumidor de coca aparecen en las cerámicas incas más antiguas, y las figuras de la planta se hallan presentes en muchos mitos y rituales incas. A veces se ha afirmado que Manco Cápac, el hijo divino del Sol, trajo la coca a su pueblo como regalo cuando iluminó la tierra con la luz de su padre en el lago Titicaca. Otro mito cuenta la historia de Mama Coca, la esposa-hermana de Manco Cápac, una hermosa mujer que, asesinada por haber cometido adulterio, fue enterrada bajo las raíces de la primera planta de coca. 
(…)
Hasta mediados del siglo XIX la coca no se abrió camino hasta el Viejo Mundo. Uno de los primeros estudios rigurosos publicados en Europa sobre la planta y sus efectos fue “De las virtudes higiénicas y médicas de la coca”, que vio la luz en 1859 obra del neurólogo italiano Paolo Mantegazza. (…) Dijo que la coca lo hacía sentirse superior: “miraba con desdén hacia los pobres mortales condenados a vagar en este valle de lágrimas mientras yo, llevado por las alas de dos hojas de coca, volaba por los espacios de 77.438 mundos distintos, a cual más marravilloso”. 
(…) 
Las drogas ejercen una influencia mucho más allá de quienes las usan. Las legislaciones y las guerras de las drogas son otros tantos síntomas de las maneras en que estas sustancias provocan idénticas reacciones extremas en las culturas, economías -sociales, políticas o legales -e incluso también en los sistemas militares. Los efectos que tienen en el sistema humano parecen repetirse siempre que se consumen. Cuando las drogas cambian a quienes las usan, lo cambian todo. Las drogas, dice Octavio Paz, nos arrancan de la realidad cotidiana, enturbian nuestra percepción, alteran nuestras sensaciones y hacen que el universo entero entre en estado de suspensión. 

(…) 

Para Baudelaire las drogas no eran más que otros tantos atajos que llevaban a un paraíso que, en absoluto, resultaba ser tal. 
El vino es el símbolo de la comunión cristiana con Dios; la cerveza es el líquido de las relaciones sociales, al menos en una primera o segunda instancia. Las drogas psicoactivas, en cambio, atentan contra estos principios sociales. 
(…)
Pablo Escobar puede que hubiera declarado la guerra al estado colombiano y a Estados Unidos, pero no era ni un liberal ni un revolucionario: había construido su imperio en asociación con Carlos Lehder, un fascista cuyo héroe era Adolfo Hitler.
(…)
Escribir sobre las drogas es sumergirse en un mundo donde nada es tan simple ni estable como parece. Todo lo relacionado con ellas riela y muta al intentar sostener su mirada. Los hechos y las figuras bailan unos alrededor de otros. Las razones que justifican las leyes y los motivos que dan pie a las guerras, la naturaleza de los placeres y el problema que las drogas provocan, las intrincadas redes de sustancias químicas, las plantas, los cerebros, las máquinas: todo ello se halla envuelto por la ambigüedad.”
Extractos del libro de Sadie Plant, “Escrito con drogas” (“Writing on Drugs”), traducción de Ferran Meler-Orti. Ediciones Destino, Barcelona, 2001″

Escrito con drogas

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Dr. Profesor-investigador universitario, autor de algunos libros sobre crítica e historia literaria y de las ideas. E-mail: spineda@colmex.mx Imagen: pintura de Yolanda Pineda

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