Colombia es el tercer país más poblado de América Latina después de Brasil y México, y su PIB es el cuarto más alto según el FMI. Pero en materia de educación es el que menos invierte. Carece de un programa de becas (no hablo de préstamos sino de BECAS) para los estudiantes mejor preparados. Ha descuidado demasiado las investigaciones científicas y sociales; las humanidades son paupérrimas… De suerte que los estudiantes colombianos que desean prepararse mejor, al verse sin becas y sin posibilidades de empleo, se van al exterior. ¿Cuántos estudiantes colombianos no hay en Argentina (donde la educación es mucho más barata y no piden visa para entrar)? Sé decir que la mayoría de estudiantes extranjeros en México, donde el Estado beca a los estudiantes de maestría y doctorado, son colombianos. Acaso lo mismo podría decirse en Brasil o incluso en Venezuela; ocupan también un alto porcentaje en España, Estados Unidos, Canadá, Australia, Francia, Inglaterra. ¿Cuántos de ellos volverán?
La peor de las explotaciones que hoy existen es la «explotación educativa»; en otras palabras, la explotación que del profundo anhelo de educarse de nuestra clase media hacen los profesionales del arte de hacer dinero.
Hay que admitir que por culpa de la radicalización del marxismo -con su crítica de las armas- perdieron prestigio las universidades públicas y, a cambio, se multiplicaron las universidades privadas -llegaron a abrirse en cualquier garaje y en La Candelaria, el barrio colonial de Bogotá, por momentos hay más de esas unis que panaderías para comer -; otras privadas de mayor prestigio triplicaron sus ingresos y todas, en general, se han convertido en recinto herméticos con acceso reservado únicamente a quien pague matrícula. Sin becas. O con mínimas becas: al fin y al cabo son privadas y no tienen que regalar nada.
El Estado oligarca, avispado, se hizo el desentendido. Le convino que lo público perdiera prestigio, que la clase media se fuera a las universidades privadas para que no reclamara por esta explotación «educativa» sin becas, sin oportunidades claras de empleo y sin subsidios en transporte, alimentación, entretenimiento. Fue indolente ante tantas familias que se arruinan y se sacan el pan de la boca para financiar los estudios de sus hijos…
Pero todo tiene un límite…