«Una de las ventajas de haber nacido en Colombia consiste en que el placer de viajar se multiplica por mil». Eso lo decía hace unas décadas el humorista Lucas Caballero, y el apunte aún resulta cierto, si ya no tanto por las dificultades de transporte, sí por la cantidad de trámites previos para cualquier viaje internacional.
Y quisiéramos preguntarnos, sin negar el gran problema económico y de narcotráfico que subyace de fondo, qué otras razones existen para que tantos países (desarrollados y aun en vías de desarrollo) exigen visa a colombianos aun en plan de turismo.
Aunque la principal razón hay que buscarla en la lógica de las relaciones internacionales, en el llamado principio de reciprocidad,¿no habrá en la psicología o geografía de los pueblos algo que dificulte o facilite su integración, su cosmopolitismo, sus alianzas, sus migraciones o inmigraciones? Los altos índices de migración colombiana, sobre todo de su clase media, deberían poner a pensar qué motiva tanto esa necesidad de viajar… Sabemos que po un lado está la razón ESTUDIO (el gobierno colombiano carece de un programa de becas concretas) y por otra la del TRABAJO (ganar en euros, dólares, pesos mexicanos o argentinos resulta mejor que en la moneda nacional), ¿pero no hay otra razones menos evidentes?
Un buen comienzo sería meditar sobre la alimentación, la culinaria, que es lo que más ata al terruño. Y quizás el colombiano no está tan atado como lo puede estar un mexicano. El mexicano emigra casi siempre con su familia a Estados Unidos porque sigue siendo parte de su plataforma continental; lleva consigo su cocina y la impone: burritos y quesadillas forman parte de la dieta de Texas o California. La cocina colombiana, en cambio, es débil. No ata. No negamos la delicia de la bandeja paisa, el sancocho o el ajiaco, pero con facilidad los colombianos emigran y se adaptan en países donde muy pocas veces volverán a comer fríjoles con garra, arepa de chocolo o sopa con pollo desmechado y alcaparras… El mexicano no necesita de visado para viajar a la Unión Europea porque no emigra allá en desbandada: al otro lado del océano no puede imponer el maíz. No lo encuentra tan abundantemente. Colombianos y ecuatorianos, en cambio, representan las comunidades de migrantes latinoamericanos más grandes en España y en Francia.
De hecho, ¿por que la exigencia de visado para viajar a la Unión Europea, por ejemplo, se impuso en Latinoamérica a países principalmente del área andina: Ecuador, Perú, Bolivia y Colombia? ¿Acaso hay algo de inexpugnable en la psicología andina, algo cerril, tosco, rústico, matrero, desconfiado, desacorde con la visión cosmopolita del mundo. Impenetrable? Algo de ello se nota en los políticos… Si ya no es brusco como el anterior, ¿no finge el actual presidente colombiano esa cortesía distante, recelosa, desconfiada que en el fondo lo hace más brusco -más intratable-?
Sea como sea, me temo que las costumbres andinas serán más difíciles de remover que los mismos Andes. Pero no se trata de cambiar sino de entender. De plantear una investigación a fondo, rabiosamente, para entender mejor la Colombia. Entre todos lo sabemos todo.