1. f. En la América colonial, temporada de ocho meses que debían trabajar los indios en las minas.
2. f. Der. Tardanza en el cumplimiento de una obligación desde que es exigible.
3. f. Mar. Dirección o rumbo en que se halla u observa un objeto, con relación a la de otro dado o conocido.
Así, según estas etimologías, el uso que en Colombia se hace de la palabra «demora», ¿podría venir del lenguaje de la minería o del lenguaje del Derecho, jurídico y notarial? El oficio de la minería en Colombia atrajo -y sigue atrayendo- colonos explotadores de medio mundo. A a su alrededor se multiplica la miseria y a veces, en momentos de bonanza, hasta se levantan pueblos y ciudades efímeras; ¿pero podría pensarse que ese término minero -técnico- haya pasado al uso cotidiano? Suena más verosímil que su uso provenga del ámbito formal del lenguaje jurídico y que de allí, a fuerza de repetirlo abogados y acreedores («Ud. tiene una deuda de mora en el banco», «el banco le cobra intereses de mora», «ud es un deudor moroso», «su juicio se demora», «la pensión está demorada», etcétera) haya invadido e inundado el habla coloquial colombiana.
«Demorar» como verbo se encuentra poco en la literatura del Siglo de Oro español; acaso se encuentra más en la literatura neoclásica del siglo XVIII, siglo en que realmente se establece el virreinato de Nueva Granada.
Ahora bien, en la literatura colombiana su uso es más limitado. García Márquez utiliza poco el verbo demorar en «Cien años de soledad», prefiriendo de lejos el uso de «tardar» acaso más usual en el habla caribeña de su tiempo; lo mismo Germán Espinosa en sus libros. El verbo «demorar» parece más del área andina -donde había más mineros y abogados-, y Tomás Carrasquilla lo usa varias veces en «La marquesa de Yolombó», novela al fin y al cabo de mineros. Más acá en el tiempo, evidentemente, su uso se ha vuelto más frecuente en la literatura urbana de Bogotá y Medellín.
Y nada. A cambio de no demorarme con más divagaciones, dejo a medio camino esta discusión etimológica…